Capítulo 13. Tiempo a solas

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SIENNA

No importaba cómo me envolviera en las sábanas, éstas se aferraban a mí como cien manos indeseadas. Pero cuando me las quité, me sentí desnuda y fría.

Había llegado directamente a casa después de salir de casa de Jocelyn, con la esperanza de encontrar consuelo en mi cama. Pero lo único que había hecho en las últimas horas era dar vueltas en ella.

No podía evitar la preocupación de que alguna parte de mi composición biológica pudiera haber predeterminado mi fracaso como madre.

De repente, oí que el coche de Aiden entraba en la calzada.

No le esperaba en casa hasta más tarde. No quería que me viera reaccionar así.

Y me preocupaba no ser capaz de comunicar adecuadamente por qué sentía ese malestar.

En cuanto abrió la puerta, gritó mi nombre.

- Estoy arriba —grité, tratando de recomponerme antes de que me viera.

Cuando entró en la habitación le miré y me quedé impresionada por lo escultural y guapo que parecía.

Su impecable camisa de cuello se ceñía a su pecho y se extendía alrededor de sus brazos, ajustándose hasta su recortada cintura. Su melena negra y salvaje descansaba perfectamente sobre su cabeza, rogándome que pasara mis dedos por ella.

Y su cara, esa cara única en la vida que era todo lo que quería ver cuando me despertaba y antes de acostarme... Y aquí estaba yo con cara de desastre, agarrado a las sábanas como un niño.

- Llegas pronto a casa —dije, esperando volver a centrar la atención en él.

- No contestabas al teléfono. Jocelyn dijo que podrías estar aquí.

- Necesitaba un tiempo a solas. Lo siento si te hice preocupar.

Aiden se acercó a la cama y se tumbó a mi lado, su poderosa mano se posó en mi cadera.

- Dime qué te pasa, Sienna.

Este era el momento. Tenía que ser honesta con él.

- No me vino la regla.

Su cara se quedó en blanco por un momento antes de procesar las consecuencias.

- Espera, ¿estás diciendo que...?

- Pensé que lo era. Fui a ver a Jocelyn. Ella no vio nada. Dijo que es la Bruma la que está interfiriendo con mi ciclo.

- ¿Estás segura? Quiero decir que tal vez era demasiado pequeño para que lo viera.

- Estoy segura, Aiden.

La luz de su rostro se desvaneció y miró mi almohada.

Al notar las manchas de lágrimas allí, dijo:

- Está bien. No tienes que estar enfadada. Podemos volver a intentarlo.

- No es por eso que estoy llorando, Aiden. ¿Y si esto es culpa mía? ¿Y si no estoy destinada a ser madre? Ya has renunciado a tanto por mí, no quiero que tengas que sacrificar también a los niños.

- Claro, que me encantaría tener hijos contigo algún día. Pero tú eres lo más importante para mí. Además, creo que te olvidas de que somos compañeros, Sienna. Estás atada a mí de por vida.

- Lo sé. Por eso estoy tan asustada, Aiden. ¿Y si hay algo en mi familia biológica que implica que no puedo tener hijos?

- No importa, Sienna —respondió, sentándose—. Tú eres mi principal prioridad. Pensé que lo había dejado claro.

Lobos milenarios (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora