Perro.

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VI

Son los espíritus más humildes. Piensan tanto en los demás, y de una forma tan intensa, que a veces son capaces de olvidarse de ellos mismos. Luchan por formar sonrisas.

       Levy levantó la espada corta y curva que siempre llevaba consigo. Exy, su espíritu, mostró los dientes en una mueca feroz mientras su pelaje blanco se erizaba. Resultaba extraño poder contemplarlo después de haber viajado tantas lunas sin ser consciente de su presencia; el guía de mi compañera era hermoso, elegante e inteligente. Me sentía honrada por ser capaz de poder observar sus ojos grisáceos; más que nada porque era un claro signo de que el espíritu confiaba en mí.

       —No te tenses tanto, Levy. Si aprietas los dedos con tanta fuerza sobre el arma, tus brazos se paralizarán y no serás capaz de realizar movimientos ágiles. Recuerda que en una batalla lo más importante es la velocidad —murmuró Silliel en voz alta, atento a los movimientos de su pupila. Estaba sentado sobre una roca, las rodillas recogidas sobre su pecho mientras su sombrero le cubría el rostro de sombras. Aunque la penumbra no me permitía contemplar sus ojos castaños, pude ver que en su boca portaba una pluma de cuervo manchada de tinta; quizá estaba escribiendo algo en el libro de cuero que siempre portaba consigo—. Y Leara, céntrate. Debes prepararte para atacar en cuanto localices a tu enemigo. Una distracción puede ser fatal.

       Desvié la mirada en cuanto escuché mi nombre. Sin responderle, saqué mi daga de su vaina y desplacé un pie hacia delante, de modo que mi cuerpo estuviera equilibrado. Una mala posición puede desencadenar problemas, o eso es lo que siempre nos indica nuestro maestro.

       Hacía unas pocas lunas que habíamos retomado nuestra travesía; en ellas, no habíamos mencionado en ningún momento el incidente que hubo con el seisk. Lo único que dijo Silliel al respecto fue que había sido muy, muy valiente, y que Aren era un espíritu asombroso, algo que le hizo feliz.

      Íbamos hacia el norte, hacia una de las capitales más importantes, Veren. Esa ciudad, construida en medio de una de las cordilleras más peligrosas, siempre se encontraba sepultada por varias capas de senda nieve blanca. No tenía idea de qué teníamos que hacer en ese lugar, aunque no me desagradó la idea de ir; siempre había querido conocer la "ciudad zafiro", como la llaman los comerciantes.

      El claro donde nos encontrábamos dejaba claro que estábamos cerca de esa zona norte; los árboles eran de hoja perenne, grandes pinos que podían ser capaces de resistir bajas temperaturas. El clima también había variado, y notaba en la piel el frío sólido. Silliel nos había conseguido prendas de piel abrigadas, pero eran insuficientes para combatir la pesadez que sentíamos en los miembros a causa del hielo.

      Estaba a punto de atacar cuando una voz surgió, suave y alegre, en mi cabeza.

     ¿Me necesitas?

     No pude evitar sentirme cálida y feliz de escuchar a mi guía. Desde que me contó su pasado, Aren había estado algo distante. No era mi culpa, o eso me había dicho él innumerables veces; pero remover en los recuerdos le había hecho daño de algún modo, y necesitaba recuperarse de ello. Por eso, en cuanto se recuperó de las heridas se marchó. No supe a dónde.

     ¡Aren! ¿Dónde estás? Te eché mucho de menos...

     Todavía no he vuelto. No puedo decírtelo, Leara. Lo siento. Pero percibí que estabas mal de alguna manera, tus pensamientos están desordenados y confusos... Vengo a preguntar si puedo ayudarte.

      ¿Cuándo volverás? Yo también quiero ayudarte a ti. Es injusto que no pueda darte apoyo.

     Me lo estás dando, créeme. No tardaré, quizá en una luna ya me encuentre contigo. Sólo necesitaba encontrar mi cordura de nuevo. ¿Estás bien, entonces?

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2015 ⏰

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Leara y los Caminantes (Crónicas de la Naturaleza I) ©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora