(seis) A solas

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Emma

Mis piernas parecían fideos pasados. Literalmente sentía que no podría caminar de manera normal si quisiera. Tengo que poner la carpeta en mis muslos para simular sostenerla. Aunque en realidad, lo que sostengo son mis rodillas.
Él está sentado en la otra ala del sillón en L, lejos de mí, pero lo suficientemente cerca como para intimidarme.

Suspiro.

Había cometido el error de mi vida al meterme con jimin y era hora de dar la cara. No sabía que saldría de esto, lo único seguro era que buscaría conservar mi trabajo.

—creo que debemos hablar de lo que pasó— sentencia desde su lugar y el pánico me cala los huesos. Lo bueno en estos casos es que soy experta en trabajar bajo presión. Mi mente se pone en blanco, mi voz no titubea y mi rostro se torna serio ocultando mis emociones. Es mi cuerpo quien lucha por traicionarme. Admito que ahora se pone peor cuando se trata de jimin.

—yo opino todo lo contrario. Cuánto más rápido lo olvidemos y evitemos hablar de eso, mejor para los dos— levanta una ceja en total incredulidad. Sus labios se separan preparándose para hablar y mis manos sudan. Todo lo que venía pensando decir se esfuma en el aire. Respiró profundo, enumerando en mi mente las metas que tengo en este trabajo. No puedo perderlo y de mí depende que él se sienta lo suficientemente cómodo para no pedir mi renuncia. —el alcohol nos jugó una mala pasada a los dos. Fin de la historia.

Sus cejas se alzan y suelta un suspiro en total resignación. Sea lo que sea que esté reflexionando, es obvio que lo agota.
—Quiero volver a verla.

—¿Qué?— ¿Oí bien? Supongo que ya estoy desvariando. —¿A quién?

Me siento consternada.

—a la chica del viernes— dice como si en verdad fuera otra persona a la cual yo tengo encarcelada en alguna celda fría.

—aquí estoy— suelto segura.

Cerró los ojos negando. —a ti no.

Ah, no. Es él quien desviaría.

—Pensé que había quedado claro— explico. —la chica de la otra noche era yo.

Su ceño se arruga como lo hace usualmente. Me mira, literalmente recorre mi cuerpo con sus ojos y cuando llega a mi rostro niega con algo que supongo que es asco.
—No. La chica del viernes era Joven, linda y amable. Tú no eres ninguna de las tres— mi boca se abre de par en par. Al parecer, terminé enloqueciendo a Jimin y no de la manera que me hubiera gustado. —no me mires así. Haz tu abracadabra y tráela de regreso.

—Abracadabra, patas de cabra— digo y doy un brinco en mi lugar.

—¿Qué hiciste?— pregunta cómo si en verdad esperara que hiciera magia.

—te di un poco de cerebro— me burlo y él repite lo que digo con ironía. —jimin, te guste o no, lo aceptes o no. La chica del viernes soy yo.

—tiene que ser una broma— finge llorar.

Maldito idiota.

Me ofende, me alivia. A la vez deja en evidencia que jamás se metería conmigo y eso es humillante considerando que no fue un simple beso. Hubo algo más, una química que duró toda la noche y quiero hacerle tragar sus palabras.

—serás la primera persona en sus cabales que no reconoce a alguien que ve todos los días solo porque se soltó el cabello.

Su ceño cayó al igual que las comisuras de sus labios. Pero cuando creí que había logrado cerrarle la boca, sonrió y se animó a levantarse de su lugar para sentarse a mi lado.

 Un Idiota Encantador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora