Abro la puerta de la oficina de Kaulder con sumo cuidado para no derramar el café, al llegar a su escritorio lo pongo cuidadosamente sobre este.
- Buenos días, señor Bharmdaj
- Buenos días, señorita Walsh – señalo el café con mis ojos – Su café.
- Gracias – me sonríe.
- Con dos de azúcar.
- Como me gusta – sonríe
Sus ojos barren todo mi cuerpo, no es un repaso rápido, se toma su tiempo detallando cada parte de mí, no es como si estuviera en un traje de lencería, más bien todo lo contrario teniendo en cuenta que llevo el uniforme del trabajo que él me ha visto portar cientos de veces, pero ahora es diferente, porque ahora él sabe lo que hay debajo de la tela.
- ¿Necesita algo más? – sus ojos vuelven a los míos.
- Un beso – sonrío de lado.
- Señor Bharmdaj, creo que en horario laboral no es apropiado este tipo de comportamientos – elevo una ceja.
- Te hago una contra propuesta – sus manos toman mi cadera y me jalan hacia él – Ahora que estamos en mi oficina sin que nadie nos pueda ver, podemos besarnos – me sienta sobre sus piernas cerrando sus brazos en mi cintura – Y cada vez que me traigas café o té me das un beso ¿Qué opinas?
- No lo sé – murmuro subiendo mi mano para acariciar su mejilla – Bueno, pero solo.... – no me deja terminar la oración cuando ya tengo sus labios sobre los míos – ¿Tanto te morías por besarme? – sí, volvimos al coqueteo.
- No tienes ni idea – tira de mi labio inferior con sus dientes y sonríe.
- Debo ir a trabajar.
- Yo también – me levanto, pero antes de alejarme toma mi mano – Oye, la otra semana ya no te toca este piso, ¿No?
- No.
- ¿Seguirás trayendo mi café y mi té?
- ¿Es una orden, jefe?
- Sí, es una orden y la palabra jefe saliendo de tu boca suena jodidamente sexual.
- ¿Tienes un fetiche con que te digan jefe? – me burlo.
- No hasta hace dos minutos.
- ¿Creé un fetiche en ti? Eso sube mi autoestima y mi ego.
- Hora de trabajar, señorita Walsh.
- Claro que si – tomo el picaporte de la puerta en mi mano – Jefe – le guiño un ojo y salgo de su oficina.
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Joder, suelto un bufido al no encontrar mis aretes, me miro al espejo repasando mi imagen dudando en cómo me veo, desde que quedé embarazada no me había puesto este vestido, tiene un escote algo pronunciado en la parte de adelante y gracias a mis pequeños terremotos mis pechos ya no son los mismos.
El sonido del timbre me saca de mis pensamientos, vuelvo a mirar al espejo y bufo al ver que no estoy lista.
- Niños por favor terminen de guardar las cosas en el bolso – antes de salir de la habitación en la que dejo a mis hijos mis ojos captan unos objetos dorados, bingo, tomo los aretes en mis manos y corro a abrir la puerta – Hola – su mirada me repasa, sus ojos brillan al quedarse en mi escote, este hombre sí que sabe cómo hacer sentir bien a alguien, carraspeo llamando su atención – Hace mucho tiempo no lo usaba y algunas cosas cambiaron.
- Los cambios son buenos – une nuestras bocas, sus manos van directamente a mi trasero, este hombre en pasión pura – ¿Lista? – niego apenada.
- Los niños están terminando de guardar sus cosas, me falta maquillarme, ¿Podrías ayudarlos?
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Maldito jefe
Teen FictionAinara, una mujer con la responsabilidad de dos hijos se adentra a trabajar en una importante compañía como personal de limpieza, rápidamente se dará cuenta que tal vez esa no fue la mejor decisión, pero ¿Entre tanta oscuridad logrará encontrar la l...