5

2.9K 171 2
                                    

POV POCHÉ

Dos días después: la despedida…

Habría sido bastante fácil dejar que la otra noche que compartí con Daniela me consumiera, que este momento fuera incómodo, que arruinara esta despedida. Sin embargo, me negué a hacerlo. Y mientras la miraba a los ojos, unos ojos que me perseguirían en mis sueños durante los próximos doce meses, me dije que tenía que actuar como si fuera fuerte. Tenía que actuar como si tuviera las cosas claras y dejarla no fuera la peor experiencia que había tenido en mi vida.

No estaba aguantando tan bien como yo. O tal vez creía que me estaba controlando. Tal como estaba, cada parte de mí me dolía... mi corazón especialmente.

—Estará bien. — me encontré diciendo y alcanzando su mano, cogiendo la suya, mucho más pequeña, dándole un apretón tranquilizador aunque sentía que estaba siendo un fraude al actuar como si no me estuviera partiendo en dos.

—Pero no lo hará. — susurró, mirando al suelo y luego al lugar donde nuestras manos estaban unidas. —Es mucho tiempo.

Dios, realmente lo era. Tan jodidamente largo.

Levantó la cabeza y me miró a los ojos, separando la boca como si quisiera decir algo. Y sabía lo que era. Quería sacar a colación la noche de borrachera en la que le quité la virginidad y le di la mía.

Sacudí lentamente la cabeza y le di una sonrisa genuina. —Está bien. — murmuré. —Lo que compartimos fue especial, aunque las dos estuviéramos más borrachas que el infierno. — Sus mejillas se tornaron rosadas pero sonrió. —Nunca me arrepentiré de haber estado contigo. Nunca dejaré que se interponga entre nosotras. Te amo más que a nada ni a nadie, Daniela. — Estoy enamorada de ti. Quería decir esas palabras en voz alta, pero ahora no era el momento, no cuando me iba a un país extranjero y estaría tan lejos de ella. Cuando le dijera esas cinco palabras… estoy enamorada de ti estaría aquí para siempre y podría hablar con ella de ello, abrazarla, hacerle saber que nunca me iría a ninguna parte.

—Te esperaré. Te echaré de menos. Odio esto. — Esas tres frases fueron un torrente de palabras y escuché toda la emoción que había en ellas.

No me detuve en tirar de ella hacia mi cuerpo. Mientras colocaba una mano en su nuca, manteniéndola cerca de mí, queriéndola aún más cerca, cerré los ojos y me limité a absorber esta sensación. Dejé que mis dedos se enredaran en su pelo, las hebras oscuras y suaves, provocando que los recuerdos de nuestro tiempo íntimo juntas se repitieran en mi cerebro.

Retroceder fue una puta hazaña difícil, pero doblé las rodillas y bajé la parte superior del cuerpo para poder mirar a Daniela a los ojos por completo. Le cogí cada lado de la cara, sabiendo que mi expresión era bastante severa por la forma en que jadeaba. Levantó las manos y las colocó sobre las mías, con la respiración entrecortada y las lágrimas hicieron brillar esos hermosos iris suyos.

—Voy a volver a ti. Eres mi chica. — En más sentidos de los que crees. —Y antes de que te des cuenta, estos próximos doce meses quedarán atrás y podremos volver a ser como antes. — Me incliné y la besé en los labios. No debería haberlo hecho, pero no había podido contenerme, no cuando ella me miraba con tanta belleza desgarradora o cuando sostenía mis manos hacia ella... y ciertamente no cuando mi amor por ella me consumía por completo.

Oí otro jadeo cuando nuestros labios se encontraron. Sentí el cálido aliento que se desprendía de ella por el contacto. E hice todo lo que estaba en mi mano para no gemir por lo bien que se sentía estar así con ella. Tal vez ella no sabía que este beso significaba para mí mucho más que una despedida. Significaba todo.

Ella significaba todo.

___________

POV CALLE

No creía haber sentido nunca este tipo de dolor, uno que se instalaba justo en el centro de mi pecho. Me tenía mareada, con náuseas y con la sensación de que si no hubiera estado ya sentada, mis rodillas habrían cedido absolutamente y me habría derrumbado en el suelo.

Llevaba al menos una hora sentada en el aeropuerto. El avión de María José ya había partido, pero yo no había podido salir, no había sido capaz de armarme de valor para levantarme y volver a casa. Sentí que hacerlo habría hecho que todo esto fuera muy real.

Cerré los ojos, todavía consciente de toda la gente que iba y venía de todo el país —el mundo— moviéndose a mí alrededor. Sin embargo, me sentía como si estuviera en este globo, en este grueso cristal que me rodeaba y que me impedía experimentar realmente la realidad. Y sabía que no me sentiría bien, que no volvería a sentirme normal hasta que Poché volviera.

Levanté la mano y empecé a frotarme el centro del pecho mientras abría los ojos y miraba a mí alrededor. ¿Había alguien más que experimentara algo similar a lo mío? ¿Le habían arrancado el corazón del pecho y lo habían alejado de su cuerpo? ¿Estaba ese órgano vital viajando por medio mundo en este momento?

Me llevé la mano del pecho a la boca, sintiendo un cosquilleo en los labios mientras cerraba los ojos una vez más y recordaba el beso que me había dado Poché. Debería haberme sentido conmocionada con aquel beso. Pero no lo había hecho. Había sido... se sentía... tan increíblemente perfecto y correcto. Aparte de la otra noche, cuando nos habíamos emborrachado y habíamos estado juntas sexualmente, nunca me había besado en la boca. Y aunque esa despedida no había sido nada erótica, era difícil no querer más, desear más... querer el mundo con María José.

Un año era toda una vida.

Doce meses lejos de la mujer de la que estaba enamorada sería el tiempo más doloroso de mi vida.

Pero la esperaría. Esperaría toda la vida, la eternidad, por ella. Puede que ella no lo sepa, pero era la verdad, y cuando volviera, se lo iba a contar todo.

Iba a desnudar mi alma.



3/4

DESTINO (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora