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POV POCHÉ

El reencuentro: diez meses después de la marcha de María José...

Las cartas esporádicas que Calle y yo habíamos intercambiado durante todos estos meses no habían sido suficientes. No ver su cara ni escuchar su voz había sido el peor de los dolores. Sí, me fui para poder adquirir conocimientos y experiencia, para ayudar a los que más lo necesitaban. Pero dejar a Calle atrás había sido jodidamente horrible.

Al no decirle lo que sentía durante más tiempo del que era aceptable, supe que todo eso tenía que cambiar. Ni siquiera se trataba de que ambas nos acostáramos diez meses antes. No se trataba de que estuviera enamorada de ella mucho antes. Ni siquiera se trataba de que me diera cuenta de que no había sido más que una cobarde mientras yacía en la cama sola al otro lado del puto océano deseando haber sido más mujer y haberle confesado lo que sentía antes de irme.

Pero fui una cobarde. La sola idea de que si le había dicho lo que sentía, y ella no correspondía a esos sentimientos, yo me habría ido y no podría haber hecho nada para intentar arreglar las cosas. El tiempo pasaría, la distancia haría que esa ausencia fuera aún peor, y las cosas serían mucho peores de lo que yo podría imaginar.

Eso es lo que me había pasado por la cabeza mientras mantenía mi puta boca cerrada mientras estaba en su presencia, y no había dicho nada en las escasas cartas que habíamos compartido.

Pero ahora estaba de regreso, habiendo llegado a casa un poco antes de lo previsto, y lo único que quería era sorprender a la única mujer que había significado algo para mí.

Detuve el todoterreno junto a la acera frente al dúplex de un dormitorio de Calle. La casa era antigua, con revestimiento blanco, persianas decorativas negras a ambos lados de las ventanas y una sensación de estética setentera en el interior.

Me quedé sentada durante varios minutos, mirando la puerta principal, preguntándome si debería haberla llamado para avisarle de mi llegada. Habría sido lo correcto, pero estaba muy emocionada.

No quería escandalizar a Daniela, no quería aparecer sin avisar como una idiota, pero no había podido evitar venir directamente aquí, anticipando este reencuentro durante tanto tiempo que lo único que quería era actuar.

Daniela era mi vida. Mi todo. No solo era mi mejor amiga, sino también mi familia. Con unos padres que no podían preocuparse por mí porque no quería seguir los pasos de mi padre, unos padres que me habían dejado de lado cuando les hablé de mis aspiraciones médicas, Calle había sido la única que había estado a mi lado en todo momento.

Exhalé, con el corazón acelerado, el pecho apretado y el estómago hecho un nudo.

Me pasé una mano por la boca preocupada. Debería haberme cambiado la ropa que había llevado en aquel largo vuelo a través del océano.

Entra ahí. Vela. Habla con ella. Abrázala y dile a Daniela lo mucho que la amas.

Me obligué a salir del vehículo y me dirigí a la puerta principal. El sol estaba empezando a ponerse, mi vuelo había llegado hace apenas un par de horas. Cogí mis maletas y me dirigí directamente a casa de Calle, sin detenerme en ningún sitio porque lo único importante para mí era ella.

Siempre ella.

Una vez en el porche me quedé mirando la puerta, escuchando un sonido apagado al otro lado. Su vecino no estaba en casa, lo cual agradecí, porque quería este momento solo para nosotras, sin ningún ruido de fondo de alguien al otro lado de la pared.

Quería que este momento fuera para ella y para mí.

En mi cabeza había pensado en este momento durante tanto tiempo que, ahora que por fin estaba aquí, estaba cagada de miedo.

DESTINO (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora