Génesis

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Aunin, luchaba para ver como iba la pelea de Hieciar, pero muy apenas podía abrir los ojos y lo poco que veía, se veía borroso. El dolor aumentó hasta ser insoportable y con ambas manos tapando su rostro se levantó dispuesta a ir al baño.

-¿Te vas? ¿No vas a ver a Ie pelear?-dijo Rala al ver a Aunin levantarse.

-Ahora... Ahora vuelvo no tardo-dijo Aunin abriéndose paso entre los espectadores que disfrutaban la pelea.

Juno, preocupada por Aunin, la siguió, pues no era algo normal cómo estaba actuando. Aunin bajó de las gradas a trompicones y salió del estadio, dirigiéndose hacia el escenario enfrente de la academia. El dolor, hacía que tropezara con cualquier piedra que hubiera en el camino. Cuanto más se alejaba del estadio, menos gente había. Sus ojos comenzaron a sangrar, y un potente grito salió de su garganta, el cual era opacado por los gritos de euforia de la gente del estadio. Juno al ver a Aunin desplomarse en el suelo, corrió en su ayuda y la tomó en brazos. Sus ojos estaban cerrados, pero sus lágrimas rojas seguían recorriendo sus mejillas y manchando su ropa. La poca gente que había en el escenario, se percató de la escena, pero se limitaron a ver de lejos como Juno intentaba despertar a Aunin.

-¡Despierta mi niña! ¿Qué te pasa?-decía Juno dándole palmaditas en la mejillas para que reaccionara.

La joven maga de agua comenzó a abrir sus ojos poco a poco, como si hubiera despertado de un largo sueño. Juno, instintivamente la abrazo, embargada por la alegría y el alivio de que estuviera bien. Con su propio pañuelo, comenzó a secar las lágrimas de Aunin, la cual no parecía dejar de mirar a su alrededor. Cuando Juno quiso secar la última gota de sangre sus ojos, Aunin apartó la mano de Juno violentamente haciéndole caer el pañuelo al suelo.

-Deja de tocarme, ¡sucio mago!-fueron las palabras que pronunciaron los labios de Aunin, mientras su rostro demostraba una furia inconmensurable.

-Aunin, ¿estás bien?-dijo Juno con una voz dulce, tocando su rostro con sus dedos para limpiar la última gota de sangre que salía de aquellos ojos marrones.

Habían pasado dos segundos, y la señorita Juno estaba en suelo, con su mano izquierda sobre su mejilla derecha intentando asimilar el golpe que su pequeña niña le había propiciado.

-Aunin...

Aunin extendió su brazo apuntando a Juno.

-Sucio demonio. ¡¿Cómo te atreves a tocarme?!

-Mi niña... ¿Qué te pasa?-dijo Juno mientras una pequeña lágrima cristalina rodaba por su mejilla, seguida por una escarlata.

La rabia de Aunin no hacía más que crecer.

-¿Eres una humana verdad?... Te voy a dar una lección de biología humana. Sabías que yo controlo el agua... y que el ser humano posee un sesenta por ciento de agua.

Un inmenso dolor recorrió el cuerpo de la doncella. Juno comenzó a tener problemas para respirar. Empezó a toser, expulsando únicamente sangre, su visión comenzó a nublarse y empezó a perder el aliento, desplomándose al final. De todos los agujeros de su rostro salía aquel líquido carmesí, mientras Juno comenzaba a dar sus últimos espasmos en el suelo.

-Podría matarte haciendo explotar tu corazón, pero qué mejor que perforar tus órganos internos y que te ahogues en tu propia sangre. Al menos así sufrirás más antes de morirte... ¡sucio mago!-dijo Aunin agachándose a ver como su doncella agonizaba en el suelo.

Aunin se levantó, y vio cómo las personas que se habían acercado luego de ver a Juno caer, la miraban horrorizadas por lo que había pasado. Aunin solo les devolvió una sonrisa que hizo estremecer hasta al más valiente. La joven solo siguió su camino, alejándose de la academia, dejando atrás a su primera víctima. La pobre señorita Juno.

Hieciar y el incidente en festival de los DoceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora