Eddie y Hannah se habían conocido gracias al Hellfire Club. Ambos eran unos amantes del D&D y del rock, lo cual era muy gracioso, ya que Hannah Hargrove era la reina de la escuela.
Eddie amaba eso de ella, Hannah era una chica muy sociable, y no le...
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Reí al ver las caras graciosas que hacía Eddie. Desde el momento en que le dije sobre lo que me estaba pasando, él intentaba hacerme reír diciendo estupideces o haciendo caras raras.
—Mierda. —Me alarmé al oír a Eddie maldecir.
Pude reconocer el auto de Steve estacionar afuera de la casa. Sonreí y acaricié la mejilla del ruloso.
—No te preocupes, es Steve. —Eddie sonrió aliviado y besó mis labios.
—¿Cada vez que entremos se van a estar besando? —Se quejó Dustin.
—Qué envidioso. —Susurró Eddie.
—Hannah, ven un segundo. —Max me llamó y luego salió de la pequeña habitación.
Me levanté confundida y caminé hacia la salida. Steve me frenó y acarició mi cabello.
—Tómalo con calma, ¿sí? —Rápidamente me asusté y asentí.
Salí corriendo de la habitación y caminé hacia la orilla del lago en donde me esperaba Max.
—Ten. —Me entregó una carta cerrada. La tomé confundida. —No la leas ahora, hazlo luego.
—¿Por qué me das esto? —Murmuré. Max suspiró y observó el paisaje. —Max, te pregunté algo.
—También me está sucediendo a mí. —Susurró.
—¿Qué cosa?
—Vecna, él viene por mí también. —Mi labio inferior tembló. —Tuve algunos episodios, y tengo los mismos síntomas que Chrissy y Fred. Le di estas cartas a todas las personas que me importan, en caso de que algo me pase, ahí está todo lo que siempre quise decirles.
Las lágrimas bajaron por mis mejillas al ver a Max tan vulnerable. La pelirroja sollozó y se acercó a mí para abrazarme fuertemente.
—Te prometo que todo va a estar bien, nada va a sucederte, recuérdalo. —Besé varias veces su cabeza.
—No puedes prometer eso. Él vendrá por mí también. —Habló con la voz ahogada.
—Max, mírame. —Mi hermana se separó de mí y me observó con sus ojos rojos e hinchados. —Te juro que él no te hará daño. Debes confiar en mí.
La niña lo pensó unos segundos y luego asintió. Sabía que no confiaba en mi palabra, pero haría hasta lo imposible para que ella esté a salvo.
—Me falta entregar una carta más. —Murmuró.
—¿A quién? —Pregunté mientras acariciaba su mejilla.
—A Billy. —Me sorprendí al oír sus palabras. Sonreí suavemente sabiendo que probablemente ellos se hubieran llevado muy bien.
