Capítulo 26 (El pozo de la Eternidad)

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Selene sabía que la batalla estaba comenzando a cambiar. De hecho, había comenzado a cambiar hace mucho tiempo. No podía ver a Eve en el muro norte. Solo sabía que el muro no se había derrumbado y eso era una pequeña esperanza. No podía ver a Lena en la torre, así que cuando parte de ella se derrumbó, no supo si se había caído con ella. Por más que lo intentaban, no pudo evitar sentir que estaban peleando una batalla perdida.

Sostuvo su espada ensangrentada en una mano y una de sus pistolas en la otra. No importaba cuantos enemigos abatieran, los muertos seguían llegando. Balanceo su espada con experiencia y habilidad, la hoja atravesó a uno de los muertos vivientes que se abalanzó sobre ella, su sangre salpico el suelo, moviéndose a gran velocidad selene lograba rebanar las gargantas de tanto partidarios de la Legión como de la plaga, sus cuerpos cayeron para hacer tropezar a los que estaban detrás de ellos.

Los disparos no cesaban en las murallas, enormes chorros de llamas barrieron el suelo, dejando restos retorcidos y quemados de los muertos y demonios, mientras los pocos cañones antiaéreos que quedaban estallaban en el cielo nocturno, destrozando a todo enemigo lo suficientemente desafortunado para acercarse al árbol. Los soldados se apresuraron a subir las escaleras, suministrando municiones y fuego de supresión para que las armas pudieran recargarse. Y, sin embargo, el ejercito demoniaco seguía avanzando. Era como si todas las fuerzas de la Plaga hubieran viajado hasta aquí, al Árbol del Mundo, con la intención de arrasar con todo y con todos.

La boca de un demonio abriéndose como una flor saco a Selene de sus pensamientos, rápidamente esquivo su ataque y lo agarro por el cuello, lo estrello contra el suelo y luego, con una certera patada, le aplasto el cráneo con la bota. Otro demonio se acercó a ella, pero selene apunto con su pistola y disparo, la bala atravesó la parte posterior de su cabeza provocando una hemorragia incontrolable que lo mato en poco tiempo.

Justo cuando estaba por recargar su arma, vio con horror como un grupo de muertos vivientes escalo a gran velocidad la almena y masacro sin piedad a los hombres apostados allí, rápidamente Falric y sus hombres se apresuraron a contenerlos. Una oscura sombra se alzó sobre los muertos y avanzo hacia ella en medio del calor de la batalla. Una forma negra recortada contra las llamas, agigantándose en una inmensa amenaza de desesperación. Así paso el Baron Rivendare, nuevo gobernante de los caballeros de la muerte y líder de los cuatro. Bajo la arcada que ningún enemigo había franqueado antes, y todos huyeron ante él. Todos menos ella.

Silenciosa e inmóvil, aguardando en el espacio que precedía a los límites de la almena, estaba Selene que desafiaba el terror, impávido, firme como una imagen tallada en roca sólida.

El caballero de la muerte se echó hacia atrás la capucha, su rostro es pálido, pero aristocrático, y el pelo blanco cuelga de sus hombros, mientras que un pañuelo cubre su rostro. Y runas de brillo púrpura a través de su armadura negra, capa y espada rúnica... Las llamas brillaban, rojas, entre sus ojos y los hombros anchos y sombríos envueltos en la capa. Una boca podrida estallo en una risa sepulcral.

"La hora a llegado. ¿No reconoces la muerte cuando la ves?" y al decir esto levanto en alto la hoja, y del filo brotaron unas llamas azules. Selene no se movió

Y en ese instante, lejano en algún lugar fuera de los muros de la fortaleza se escuchó un canto. Ajeno a la guerra y a los maleficios, de bienvenida de la oscuridad, más allá de las sombras de la muerte, llegaba con la aurora de la luna. Y como una respuesta se elevó en la lejanía otra nota. Cuernos, cuernos, cuernos. Los ecos resonaban débiles en los flancos sombríos de Hyjal. Grandes cuernos Druidas, soplados con fuerza salvaje.

Al fin los refuerzos habían llegado.

El fuerte rugido de los dragones aspectos resonó en el cielo, y con ellos se renovó la esperanza.

Un nuevo comienzoWhere stories live. Discover now