01 𖤐 mal humor

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—¡¿Cómo que no tiene más café americano?!

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—¡¿Cómo que no tiene más café americano?!

Aquel grito había retumbando en las enormes y extensas paredes del local, sonando tan chillón e irritante.

Taehyung rascó su nuca, inevitablemente avergonzado, haciendo señas con sus manos en disculpa a las personas que habían sido interrumpidas por el berrinche de su novia.

—Hey, amor, por favor, cálmate. —susurró el castaño, en un intento vano de tomar la mano de la enfurecida pelirroja.

—¡No! ¡Tal parece que la gente es tan estúpida e inútil que ni siquiera pueden tener un bendito café! —alzó la voz de nuevo, mientras la muchacha tras el mostrador se hacía pequeña ante los regaños de la otra.

—S-señorita, es q-que se nos terminó, entienda que-

—No, tal parece que quien no entiende aquí, eres tú. —encaró, a punto de explotar aún más, apuntando intimidante con su dedo a la trabajadora.

Taehyung suspiró con pesadez, sonrojado ante la pena de tener tantas miradas y cuchicheos juzgones encima, sin poder siquiera detener las acciones de su novia.

—Seul, por favor, busquemos en otro lado, pero ya deja de hacer alboroto. —habló de nuevo, tomando con dureza de la muñeca de la pelirroja, ya estando por rozar su límite.

Y entre tanta bulla, el sonido de la campanilla del local sonó, sonido que logró distraer a todos ante el escándalo.

Una mata de cabellos de un brillante color azabache hicieron acto de presencia, misma que portaba un bonito chico de tez blanca, con una aperlada sonrisa resaltando de su bonita dentadura.

Taehyung pareció quedar perdido y anonadado ante esa presencia, sus ojos brillando ante el precioso ser que sus orbes pudieron admirar.

El muchachito blanquecino dictó un alto "buenos días" a todos en el local, dando cortos y adorables pasos hasta llegar al mostrador, mirando con ojos curiosos a la chica pelirroja que no despegaba sus ojos de él, como si estuviera ida de sí. También miró brevemente al chico junto a ella, ¿acaso estaba babeando?

—Buenos días, Mina. —saludó sonriente el azabache, recargándose en la isla, ignorando todo lo que le rodeaba.

La muchacha tras el mostrador sencillamente sonrió, olvidando por escasos segundos las ganas de llorar que cierta clienta le estaba provocando.

—Buenos días, chiquito, espera un segundo y te traigo tu café. —habló devuelta, viendo los ojitos del menor brillar, asintiendo mientras tomaba asiento en uno de los banquillos.

—¡Oye, mocosa! ¡Yo estaba aquí antes, más te vale regresar en este mismo instante o-

—Shh, oye, espera un momento, no tardará. —esa suave vocesita dijo en voz baja, el propietario ganando la pesada e irritada mirada de Seulgi.

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