Capítulo 5

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Peggy intentaba acomodar la gran cantidad de cajas que tenía en su habitación. La mayoría de esas cosas ni siquiera eran para ella, sino para su futuro hijo o hija y ese detalle la hacía sentir culpable.

Phillips había comprado una costosa cuna, Howard quiso comprar una carriola, mientras que sus amigas le obsequiaban una cantidad exagerada de ropita para bebe y otros accesorios que podría necesitar.

— Tendrás muchas cosas para usar con tu nueva familia — Mencionó con una triste sonrisa mientras acariciaba su vientre.

La castaña adoraba charlar con su bebé y sobretodo adoraba sentir las pataditas que este le regalaba cada vez que escuchaba su voz. Podía apostar que su bebé era tan inteligente que sabía cuándo se dirigían a él o ella.

Su sonrisa desapareció y una mueca se instaló en su rostro al recordar que la criatura sería dada en adopción al nacer. En el fondo, se estaba encariñado demasiado con ese pequeño pateador de vientres.

Sin embargo, le costaba concebir la idea de ella misma cuidando a un bebé. Sabía que podría alimentarlo, cambiarlo, bañarlo y brindarle todo su amor, pero no estaba segura de lograr cuidarlo las veinticuatro horas del día.

Peggy debía trabajar, adoraba su trabajo y no estaba segura qué haría con el bebé cuando tuviera alguna misión peligrosa y se ausentara varias semanas. ¿Quién cuidaría de Arnorld o Elizabeth? Se preguntó.

La embarazada cubrió su rostro con una mano y bufó frustrada al caer en la cuenta que ya hasta nombre le había dado a la criatura. La tecnología de la época no podía adivinar si sería niño o niña así que tenía dos nombres.

Elizabeth lo había elegido hace un mes atrás cuando Howard le había comentado que ese era el nombre de su madre. Por otro lado, Arnold lo había escuchado en el programa de televisión que solía ver antes de dormir.

— Peggy — Tocaron su puerta.

— Adelante — Concedió y a los segundos su pelinegro amigo se asomó por la puerta — ¿Qué haces? — Cuestionó al ver el piso de la habitación lleno de cajas.

— Sólo ordeno un poco — Dijo al tiempo que intentaba mover una caja.

— Sabes que no puedes hacer fuerzas innecesarias en tu estado — Reprendió.

— No es nada, puedo hacerlo. Las cajas son ligeras — Aclaró.

— Tu madre no tiene remedio — Howard se acercó a acariciar su panza — Yo me encargo — Mencionó cargando algunas cajas para llevarlas a otra habitación.

— No escuches a tu padre. Él es el que no tiene remedio — Susurró cuando se vió sola en el cuarto.

Finalmente Howard acomodó las cosas del bebé en uno de los cuartos de huéspedes cercano a su habitación. Esa misma tarde se disponían a almorzar, sólo los dos, como tantas veces lo habían hecho.

Diciembre llegaba y con ello la navidad que estaba cada vez más cerca. Peggy se preguntaba qué posibilidades habían de que su bebé naciera en navidad o en medio de las celebraciones de año nuevo, pues ya estaba en los nueve meses de gestación.

— Que horror — Bufó.

— ¿Sucede algo malo? — Preguntó su acompañante.

— Sólo pensaba que mi bebé podría nacer el mismo día que Jesús — Mencionó.

— Eso sería tener suerte — Dijo riendo.

La castaña nunca entendería que fué lo qué sucedió aquella tarde del veintiuno de diciembre. Todo sucedió muy rápido, primero estaba almorzando y a los minutos trás el sonido del timbre su madre estaba frente a ellos.

Un Futuro DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora