"La esperanza es desear que algo suceda,
la fé es creer que va a suceder y la
valentía es hacer que suceda"El sonido del cuchillo al caer al piso me fastidia, odio fallar. Inhalo y exhalo sosteniendo el ligero peso del cuchillo y clavando mi mirada en mi objetivo, lo he lanzado muchas veces y nunca he fallado, tengo una puntería única, lo sé y el cuchillo lo sabe, pero cuando el sonido del cuchillo vuelve a sonar contra el piso, sé que tengo un problema de concentración más serio del que pensaba.
Gruño lanzando los tres cuchillos que me quedan y todos caen al piso de nuevo y no al blanco que habíamos adaptado en la pared.
— No creo que eso funcione así — dice Valery sin dejar de dar pequeños golpes en el saco de boxeo
— Habla la chica que no quiere escuchar como golpear y tiene los puños con sangre
Replico sonando tan irritada como me siento, pero ella deja de escucharme y sigue dañándose los puños. He intentado entrenarla por dos días, pero yo soy una profesora pésima con una paciencia limitada y ella una alumna que no deja que la ayuden.
Nos habíamos rendido al tercer día, y desde ese día se empecinó con la idea que, si golpea con todas sus fuerzas el saco, puede golpear a un lobo en una pelea, y yo me había empecinado en lanzar cuchillos todo el día hasta que mis manos se acalambraran y dejara de sentirlas. Las dos estamos haciendo todo mal, somos tercas e idiotas, lo sé y sé que ella también en el fondo lo sabe, pero no hay nadie que nos detenga.
Han pasado cuatro días desde la partida de Pablo y no tenemos noticias suyas. Para ser una expedición relámpago, como había dicho, está tomando más tiempo de lo normal, pero no voy a enloquecer, aún.
Camino hasta donde están mis cuchillos y caigo al piso como si a mí también me hubieran lanzado contra esta pared. Amaba estos cuchillos. La primera vez que Pablo me los dio cuando regresó de una expedición, recuerdo haberme sentido como una niña en navidad. Ya había practicado con algunos que tenía Rafael y habíamos descubierto que era mucho mejor con ellos que con un arma. A los días Pablo había vuelto con estos cuchillos hermosos, negros, de unos 23 centímetros, con un círculo arriba del mango que parecía que hubiera sido trenzada todo hasta terminar en su filosa hoja con un dragón oriental dibujado. Cada detalle lo hacía aún más hermoso.
Aún recuerdo su sonrisa al verme reír y saltar como una niñita, según decía, los amé tanto, que Pablo tuvo que hacerme unas ligas de cuatro finas correas que se pegaban a mi muslo para siempre tenerlos cerca. Eso fue en nuestro primer año aquí, el segundo año, consiguió otra liga con dos correas para mi pierna. Desde ese día no me los saco ni para dormir.
Meses después, cuando pasamos por una tienda de armas vimos una foto de ellos y descubrimos que se llamaban KUNAIS ORIENTALES, él había sonreído y dicho "los cuchillos perfectos para mi chica de ojos chinitos" Aún sonrío pensando en el golpe que le di luego de eso.
Suspiro frustrada, los chuchillos siguen en el piso y el sonido de los puños de Val contra el saco siguen resonando en la habitación ¿Qué estamos haciendo?
Recojo los cuchillos y los guardo en las fundas de mi muslo. Me levanto, me ato el cabello y vuelvo al lado de Val, ella me mira, pero yo no lo hago. Me concentro en el punto negro en la pared. Hay pocas cosas en la vida en las que soy buena, y esta es una de ellas. Tomo el primer cuchillo y lo lanzo. Se clava en la pared, luego otra vez y otra, acertando todas. Sonrío y Val suspira.
— Está bien, puedes enseñarme, pero deja de alardear — gruñe poniendo los ojos en blanco.
Sonrío a medias
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Sangre de Lobo
Science Fiction"Nuestro mundo ya no es más nuestro, todo ha cambiado" Liz es una de las pocas sobrevivientes que luchan por resistir, una de las pocas que aún es humana. En un mundo casi destruido, seguir oculta en los bosques ya no es una opción para Liz y sus am...