Capítulo 10: Tic Tac (Valery)

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"Hay diferentes clases de amor. Pero ¿Cómo saber cuál es más grande? ¿Por qué amor merece la pena arriesgarlo todo?

V.R


Odio a las personas, pero ellos me aman a mí. Cuando entro a cualquier lugar, todos siempre me miran, ya me he acostumbrado a ello, desde que era una niña, yo era el centro de atención. Todos me amaban o me envidiaban, y los entendía perfectamente. Había sacado la belleza y contextura de mi madre, que había sido modelo en sus buenos años. Piernas largas, estómago plano, ojos marrones, nariz perfecta y cabello largo lacio, sabía lo que tenía y mi madre me lo recordaba todo el tiempo, “esas cosas te abren puertas” decía, aunque muchas veces algunas que no quieres.

Tenía amigas, sí, tantas que cuando organizaba un evento siempre estaba lleno, pero eran más admiradoras como solía llamarlas, pues solo estaban a mi alrededor porque querían un poco de mis reflectores, como garrapatas en busca de sangre. Aunque mi vida nunca fue color rosa, como si lo eran mis uñas, por qué pese a mi belleza, mi padre había decidido abandonarnos y mi bella madre, me había criado sola para que fuese perfecta, mientras que ella se ahogaba entre inyecciones y adicciones. Eso nunca me importó. Yo podía hacer todo sola, aunque nunca lo estaba.

Era la estrella de las actuaciones escolares, pero no tenía a nadie que me aplaudirá desde las tribunas. Mi madre me preparaba para los bailes, aunque para asistir, estaba muy drogada, y estaba bien, me valía por mí misma. Estaba hecha a prueba de balas, aunque no literalmente, lo había aprendido a las malas, cuando los lobos tomaron el mundo ¿Cuán loco suena eso? Pues completamente descabellado, pero había pasado y ahora vivíamos como nómades.

La vida me había enseñado, lecciones duras, y esta era la peor de todas, vivir en un mundo destruido y sin mi compañero, era como seguir caminando sin el corazón en el pecho, aunque tenía a Liz conmigo, quien me había enseñado una vida no pretenciosa y salvado tantas veces que contarlas me tomaría mucho tiempo, porque ella había empezado desde que éramos unas niñas.

Cuando nos conocimos, tenía 14 años. Mis “amigas” la habían visto primero y estaban burlándose de su trenza y sus zapatillas, que definitivamente no combinaban con ese vestido que traía puesto, y probablemente no la hubiera vuelto a ver si no fuera por la mirada feroz que tenía. Ella estaba escuchando cada una de las críticas y no había bajado la cabeza o huido, ella se había quedado parada con los brazos cruzados mirando a las arpías a mi lado.

Lo recordaba como si hubiese sido ayer.

Se había levantado de la mesa donde estaba sentada en el evento y caminó directamente hacia nosotras.

— ¿Sucede algo? — dijo con una especie de sonrisa forzada y altanera — ¿Les gusta mi trenza? Debe ser eso, porque tienen el cabello algo horquillado y deben estar deseando amarrárselo.

Todas mis arpías jadearon indignadas y yo rompí a reír. Atrevida e intrépida, casi como yo, aunque mal vestida. Ella me miró y frunció el ceño analizándome, y debió haber algo en mi mirada que la hizo sentir curiosidad, porque caminó hacia mí.

— Soy Lizabeth — dijo estirando su mano

— Valery — sonreí — Es un placer conocerte

Fueron esos 10 minutos que formaron nuestra amistad, y desde ese momento hasta ahora. Ella me había mostrado lealtad, y yo la había ayudado a vestirse mejor.

Durante muchos años, su familia me había adoptado y  yo pasaba fiestas con ellos. Casi todas las noches cenaba en su casa, hasta que Liz había entrado a la universidad y conocido a Joaquín, quien nos había separado por un año. Yo odiaba a ese borracho y ella no escuchaba razones, hasta que sufrió el accidente. No le hice preguntas y ella no dijo nada, solo se metió en su fase oscura, donde tuve que sacarla, y así volví a pasar fiestas con los Valentino, y Liz y yo volvimos a ser amigas, las mejores amigas.

Sangre de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora