- O8 -

3K 357 125
                                    

3:49 - El ambiente en aquella casa era bastante silenciosa, el pequeño de cabello rojizo con algo de nervios lograba saborear su almuerzo, admitía que la comida no estaba mal, pero en esos momentos no sabía cómo actuar, el ojimiel era horriblemente perfecto o eso creía el niño.

En la mañana su desayuno ya estaba listo y servido, no tuvo alguna excusa para no ir a la escuela, llegó puntual a su colegio para ir a casa, estaba en su habitación si necesitaba asistencia con sus tareas. El defecto que había logrado encontrar, al parecer no fue más que una estafa y la bromita que le quería hacer ni siquiera funcionó, lo peor fue: ¡Que no lo castigó! Pero si que tenía en claro que se ganaría al menos un sermón por parte de su cuidador. Era genial, ese niñero tenía algo diferente, no sabía que era pero quería saberlo.

Escucho el chirrido de la silla era desplazaba por el suelo, llamando su atención, miró al frente viendo como el adulto tomaba su plato sucio para luego dirigirse al fregadero. La mirada del mayor extrañamente tenía una ligera sonrisa, eso le había dado curiosidad al pequeño. ¿Por que tendría una sonrisa después de lo que pasó allá arriba? Su timidez le impidió preguntarle de frente quedándose callado.

Observo como su niñero había volteado a verlo haciendo que de forma inmediata el niño devolviera sus ojos a su plato con el resto de comida que le quedaba.

— ¿Por qué lo hiciste? .– Escuchó de pronto haciéndolo dar un saltito del susto en su silla.

Sus nervios de ser regañado comenzaron a ganarle haciendo que sus pequeños ojitos color avellana empezarán a cristalizarse. No le gustaba ser sermoneado por nadie.

— Y-yo .– Tartamudeó con miedo.– L-lo siento se-señor Andrés .– Se disculpó por segunda vez con su voz temblorosa.

Bajó su mirada dejando de jugar con su cubierto, logró oír un suspiro de parte del adulto. El castaño dio pasos lentos a donde estaba sentado el pequeño infante, se agachó para ponerse a su altura y ahí notar que el menor estaba soltando pequeñas lágrimas. Algunas veces, los niños se volvían algo sencibles cuando eran reprochados.

— Adri, no te estoy regañando .– Aclaró con voz suave llevando su mano al delicado rostro del menor para secar sus lágrimas con cuidado.

Hizo que el menor lo miraba a los ojos para que pudiesen hablar bien.

— Solo quiero saber la razón. ¿Por qué lo hiciste pequeño? .– Volvió a preguntar con una sonrisa emitiendo tranquilidad en el menor.

— Es que .– Bajó su mirada queriendo evitar todo contacto visual.– Pensé que se había ido con sus amigos y me dejó solo .– Confesó tratando de calmar su llanto aunque las lágrimas no parecían querer cesar.

— Ay pequeño~ .– Llevó su mano a los cabellos rojizos del niño revolviendo estos un poco.

El de orbes avellana solo se limitó a llevar su corto brazo a sus ojos intentando que sus lágrimas no salieran. Mientras que el adulto dio un suspiro y fruncia el ceño con algo de pena al ver al niño llorar, no le gustaba, no le agradaba para nada el hecho de verle llorar, incluso podría jugar que le partía el alma verlo de esa manera y ni siquiera era su hijo.

— Creí que encontré un fallo en usted para hacer que se vaya de mi casa .– Soltó aún con sollozos interrumpiendo su voz, el castaño abrió sus ojos por la sorpresa.

Ahí fue cuando el mayor se dio cuenta, la gran desconfianza que le tenía desde un inicio, esa manera independiente de comportarse, el pequeño buscaba errores en su forma de cuidarlo, no había entonctrado ninguna hasta que recibió la llamada de su padre. Desde que lo conoció se había dado cuenta de que era muy inteligente era más que obvio, no iba a negarlo, pero aún así seguía siendo un niño, estaba claro que tendría una conducta infantil para deshacerse de las personas que lo cuidaran para hacer las cosas el solo. Al parecer de orbes miel pensaba que al pequeño no le gustaba que lo cuidaran.

✎ Babysitter Wanted • [Spartor] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora