Adoptado (Erick)

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Habían transcurrido tres semanas desde que mis padres se separaron. No me sorprendió en absoluto, las cosas han estado mal desde que descubrí que soy adoptado, así que hasta fue un alivio para mí. Mi padre siempre fue un hombre serio y autoritario con un mal humor constante. En contraste, mi madre es todo lo contrario, una mujer bella y alegre que siempre te trata con afecto y simpatía, a veces llego a pensar que nada puede entristecerla.

Mi nombre es Erick, tengo 18 años y por mi propia elección, vivo con Luciana, mi madre, quien tiene 40 años, pero aparenta varios menos. Para mí es la mujer más hermosa del mundo, pero como es mi madre no estoy siendo objetivo, aunque siempre noto como los hombres la miran en la calle, se hipnotizan con su figura y con su suave y alegre caminar. Soy consciente de que habrá mujeres mucho más bonitas, pero ella cuenta con atributos que suelen ser inamovibles en las fantasías masculinas. Unos senos grandes, una buena cintura y excelentes piernas. Su cabello es largo y ondulado, de color castaño oscuro y su piel es tan blanca como la porcelana, en contraposición, yo tengo la piel algo más oscura.

Estábamos acostumbrándonos a nuestra nueva vida intentando mantenernos alegres, haciendo chistes a cada rato y sonriendo constantemente, como para no darle el gusto a mi padre de amargarnos la vida. Todo marchaba de maravilla hasta que un día, cuando estaba a punto de entrar a la cocina para prepararme un vaso de leche con chocolate, oí a mi madre hablando con otra persona, me detuve a escuchar lo que decían. Supe que la otra persona era Alina, una antigua amiga de mi mamá.

- Estuvo engañándome muchos años – decía Luciana, la tristeza en su voz era evidente – yo siempre fui tan tonta como para no verlo. Lo que más me molesta es que yo siempre le fui fiel y viví esclavizada por él, siento que se robó los mejores años de mi vida.

- Eso no es cierto Luciana – la consolaba su amiga – todavía eres joven y muy hermosa, lo importante es que ya te lo sacaste de tu vida.

- Hay tantas cosas que quisiera hacer... que siempre quise hacer, pero por culpa de ese desgraciado no pude.

- Ahora puedes hacerlas, no permitas que nada te lo impida. Nadie te va a juzgar, menos yo, que soy tu amiga...

No seguí escuchando la conversación, fui hasta mi habitación y me quedé pensando en lo que mi madre había dicho. Me apenaba mucho verla en ese estado, su radiante y veraniega forma de ser parecía esfumarse de a poco. Ahora notaba que cada día le costaba más sonreír y ya no caminaba tan altiva. Me propuse algo, de ahora en adelante yo debía ayudarla a estar mejor, aunque no sabía cómo hacerlo. Algo se me ocurriría.

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Cuando escuché que ella se despedía de su amiga fui a hacerle una propuesta. La encontré sentada en el sillón de la sala a punto de encender el televisor.

- Mamá ¿qué te parece si organizamos una fiesta acá en casa? – me miró sin comprenderme – no tiene que ser algo muy grande, sólo una reunión con amigos y algunos familiares, para celebrar que estamos viviendo solos – cuando dije estas palabras se dibujó una amplia sonrisa en su rostro.

- Me gusta la idea, antes nunca podíamos hacer estas cosas porque a tu padre le molestaban. Odiaba tener invitados hasta tarde, pero ahora podemos hacer lo que queramos. ¿Me vas a ayudar a organizar todo verdad?

Así fue que pusimos el plan en marcha, avisamos a un pequeño grupo de gente que incluía algunos vecinos, amigos y parientes cercanos. Compramos comida y bebidas. Arreglamos la casa, eso nos llevó tiempo, ya que es muy grande. La dejamos impecable para la gran noche.

Decidimos realizar la fiesta un sábado, así todos podrían asistir. La hora de inicio se acercaba y la primera en llegar fue Alina, la amiga de mi madre, quien vino acompañada de una mujer rubia, muy bonita, a quien yo no conocía. De a poco la casa comenzó a llenarse de gente. Mi prima Emilia era la única persona de mi edad, es una chica delgada y alta, con una carita muy bonita. También estaba Richard, un vecino nuestro que siempre le hace piropos a mi mamá cuando la ve en la calle, a los cuales ella sólo responde con una sonrisa. Mi padre nunca supo de estos atrevimientos, sino hubiese puesto el grito en el cielo. Noté que Richard no era el único que miraba a mi madre esa noche, estaba realmente bonita. Llevaba un amplio y ajustado escote y una falda blanca floreada muy linda.

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