Capítulo 8: La segunda sorpresa

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Y: El primer día que llegué al albergue juvenil no muchas personas me hacían caso. Todos se conocían entre ellos, y las personas de primer año hablaban entre sí. Pero en una actividad me tocó en el grupo de, lo que yo pensaba, eran las "guays". Ellas empezaron a preguntarme cosas y a los cinco minutos me empezaba a soltar. Así que, poco a poco, nos hicimos amigas. Una de ellas, muy maja, se llama Hazel y se nos hemos hecho muy amigas. A los tres días un nuevo chico, llamado Nathan, apareció en el albergue. Era alto, bastante más alto que yo, con un largo pelo rubio, algo menos que la altura de los hombros. Mechones color oro relucían a la luz del sol, y su mirada era verde brillante. Su sonrisa era perfecta, algo torcida, sin enseñar los dientes. Su cuerpo era genial, fuerte y alto. En fin, que todo lo suyo me parece perfecto.

A: Vaya. Sí que estás enamorada.

Y: ¿Se nota tanto? (Dijo arrugando la nariz, riendo). Creo que le miraba demasiado, porque entonces me empezó a mirar él. Le sonreía y me sonreía. Se lo conté todo a Hazel. Ella me dijo que Nathan había ido con ella a otro albergue antes de venir a este, pero que solo lo conocía de un año. Sin embargo, lo conocía bastante bien, me dijo, como para saber que era un rompecorazones. Un chico que atraía con sus encantos pero luego trataba a sus novias como una más, que las hacía daño; no solo fisicamente. Yo no pensaba que pudiera tener defecto alguno, la verdad. Y menos ese.

A: Tía, ¿y te sigue gustando?

Y: Sí. A más no poder. Sería su novia...

A: ¡Ylenia! No te dejes engañar por lo físico.

Y: Ya, ya lo sé.

Y pasamos dos e incluso tres minutos calladas, yo en mi mundo, como siempre, pensando en lo que mi amiga me acababa de contar, e Ylenia mirando las cálidas y desgastadas tejas.

"¡Alison!" Se oyó un grito. Parecía la voz de mi madre. Había llegado. Salté al balcón y, de este, a mi Rincón. Bajé rapidamente las escaleras y abrí la puerta, que dejó ver, tras el ruido seco de las llaves, mi madre sonriendo y... ¡mi padre! Mi cara, sin dudarlo, expresaba sorpresa y alegría. Corrí a abrazarle y a darle un beso en su suave mejilla. Acaricié su corto y negro pelo y miré sus profundos y llenos de alegría ojos verdes. Había cambiado mucho desde la última vez que lo ví. Se había dejado barba, no muy larga, que se le rizaba un poco en las puntas, negra como el carbón, sin apenas una cana. Mis padres saludaron a Ylenia, con dos besos.

Tras dejar las maletas mi padre se reunió con las tres en la cocina, para desayunar. La verdad es que estaba hambrienta, mi madre había tardado más de lo que esperaba: el aeropuerto estaba lleno, dijo. Hablamos de todo un poco, de América, de nuestro curso y las notas, de Ylenia y del trabajo de mi madre. De vez en cuando miraba a Ylenia, y ella posaba sus azules ojos en los míos.

N: Alison.

A: Dime.

N: Ir a prepararos Yle y tú, iremos a recoger a Lania. (Me dedicó una ligera sonrisa, con sus ojos achinados que yo heredé)

A: Mm... de acuerdo

La verdad es que no sabía porque lo decía, aunque de pequeña, cuando me mandaban a la habitación, significaba que hablarían de "cosas de mayores", como decían ellos, que yo no podía oir. Así que conduje a Ylenia a mi habitación.

Escrito sobre otra mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora