⋆ 𝑺𝒂𝒚 𝑺𝒐𝒎𝒆𝒕𝒉𝒊𝒏𝒈 ⋆

1.6K 237 84
                                    

🤎✨🍵🍃❤️

Le conocí antes de que él iniciara su carrera universitaria. En el Reino Unido.

Yo me paseaba por el Holland Park, con tranquilidad. Había acompañado a mi padre a algunos negocios en Londres y, mientras él terminaba de firmar contratos, yo me di un paseo por los Jardines Formales, cuando lo vi.

En aquel entonces, él tendría unos dieciocho años. Usaba un suéter de lana color azul. Frente a él, había un caballete con un lienzo a medio pintar. Estaba retractando un pavo real que miraba hacia el Holland Park. Me acerqué con precaución, pues había escuchado decir que los artistas se enfadan si cortas su inspiración.

Hola —inicié por decir —que bien está quedando.

Él se sobre saltó un poco y luego me miró con una sonrisa tímida. Traía pintura en las mejillas y algunas hojas secas en el cabello.

—¿Te ha parecido genial? —preguntó con confianza —es horrendo. Ese tonto pavo no ha dejado de moverse.

A mí no me parecía horrendo, sin embargo, he de admitir que había detalles que no le quedaban bien. Pero, como no era experto en arte, no me atreví a darle o no la razón.

—¿No me quieres pintar a mí? Quizá yo sería un buen modelo —me atreví a flitear.

No creo. Eso provocaría que deseche este lienzo, así como también las horas que llevo aquí.

Oh... Entonces, ¿Podré acompañarte por lo que queda de tiempo?

Él dudó unos segundos, mirando ha cualquier lado antes de darme respuesta. Al final accedió y me quedé ahí. En silencio.

La tarde se fue igual que el agua en un arroyo. Cuando menos nos dimos cuenta, ya estaba oscureciendo y la pintura del lienzo había quedado incompleta. Me disculpé por interrumpir su trabajo y me ofrecí como voluntario para acompañarlo al día siguiente, a lo que él me respondió:

Imposible. Mañana regreso a casa —cogió sus instrumentos de arte —pero gracias por la propuesta.

Dio media vuelta y se comenzó a alejar.

—¡Espera! —grité. Aquel risueño chico se giró a verme y yo dije: —¿Puedo saber tu nombre?

Una vez más, él miró en todas direcciones, asegurándose que nadie estuviera ahí. Entonces respondió:

No creo que sea necesario. No volveremos a vernos.

Alzó la mano y movió los dedos para decirme adiós. Cada cierto tiempo se giraba para confirmar que aún lo veía. Cuando finalmente le perdí de vista, me fui también de ahí.

Regresé a China una semana después. Seguí con mi vida normal hasta que, un par de meses después, descubrí que el mundo es demasiado pequeño y que mi «Única vez en la vida» estaba frente a mí.

Yo estaba haciendo mi maestría en negocios internacionales para así poder manejar la empresa de mi padre para cuando fuera mi turno.

Una tarde, dirigiéndome a la facultad de administración, le vi. Nuevamente se encontraba solo y llevaba con él un cuadernillo de dibujo. Me acerqué a él y, sorpresivamente, me recordaba.

Canciones Para El Té | YizhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora