Daban las cinco y media, los sonidos se fundian y se formaba un ruido religioso a lo largo de las jaulas, las maravillas del conocimiento me eran insuficientes, le eran insuficientes a todos, los rostros dejaban de confundirse cada que el silencio asaltaba las jaulas, aún me pregunto si somos presos o monos de cautiverio, primates que visten igual, que hablan igual, que callan lo mismo.
Se oyen los gritos autoritarios y el sumiso silencio de mis compañeros cuando los garroteros se cansan de la falta de obediencia, los sujetos que aún no se apegan al régimen son doblegados al ritmo de un látigo metafórico; la lógica aplastando brutalmente su estupidez, aún nadie averigua como ser libre, unos se revelan obteniendo así una reprimenda de humillación, otros discuten la originalidad y veracidad de la inteligencia de aquellos que nos custodian, y otros escribimos, morimos en la jaula junto a nuestros sueños, en el salón de clases y nos volvemos menos prisioneros a la hora del descanso, a la hora del recreo.
