El hombre estaba solo, siempre, desde un principio, desdichado, sin nada, porque nada había, ni nadie, estaba jodido y lo sabía, pero no podía sentirlo, era imposible; no se le había despojado de nada, porque no había crecido con algo que pudiera dolerle, caminó, caminó mucho, e intento buscar consuelo en el cielo, en las montañas, en los ríos y en los lagos, en los desiertos y en las selvas más oscuras, en el hambre y en la sed, en la soledad, busco entre todos los animales a uno que le pudiera satisfacer de su soledad, de su hambrienta incertidumbre, caminó aun mas y se encontró frente a una cueva, húmeda, oscura, no sabía qué hacer, llevaba años así, vagando, sobreviviendo, se tumbó al piso puso sus manos en su pecho y sintió, se sintió, dentro de todos esos años y esas eternidades nunca se habia percatado de que el vacio yacía en su pecho, dentro de él, y que quizá habia buscado algo que le faltaba en un lugar donde no podia conseguirlo, tomó una piedra puntiaguda, pinchó su dedo, dolió, no le fue suficiente y dentro de su locura justificada por un gran vacio, la soledad, el poder no compartido y la desesperación volvió a su pecho que sentía aún vacío y con piedra en mano se armó de valor, con todas sus fuerzas rasgo su torax, soltó un gemido a mitad de la herida, sin embargo prosiguio, sabia que eso no debía quedarse así, tomo la costilla equivocada, tomó una real, sabia que no podia arrancarla tan fácil, se sentó y tiro de ella con las pocas fuerzas que le quedaban, oyó el crujir de los huesos y sintio el doloroso alivio que tanto ansiaba, dolía, al fin dolía, arrojo la costilla lo más lejos que pudo, pero el dolor solo permitió que la costilla se posara a unos escasos metros de él, el suelo ahora estaba rojo y aunque él no lo pudiera ver mientras la tierra se unía con la sangre algo extraño pasaba a su alrededor, ya no estaba solo.
De la costilla, de la tierra nació Eva, era un hombre, un ser humano como él, pero era diferente, ella tenia una cara fina, un cabello lacio y una piel maravillosamente ajustada a sus caderas protuberantes, sus pechos parecían dos frutos deliciosos, y parecía tener el cielo entre las piernas, era un ser hermoso, dentro de toda la oscuridad ella daba luz, pero no una física, no una notable, pero se podía sentir, daba esperanza, calidez y amor, inmediatamente después de su nacimiento lo miró con sus hermosos ojos azules, caminó hacia él, hacia el cuerpo moribundo de aquel hombre y lo bautizó, "adán"(tierra roja) dijo, lo observo unos cuantos segundos, tirado, con un hueco en el pecho y con una lágrima corriendo en su mejilla y lo cuido... y lo amó, desde entonces adán en su orgullo de deidad cometió un grave error, pensó que ella había salido de él, cuando en realidad, aquella criatura había nacido sola, de la nada, de una costilla podrida, que fermentó el suelo que le dio la vida, el hombre no sabía, nunca supo lo jodido que siempre estuvo pensando que ella no le era ajena, que le pertenecía, cuando en realidad nunca fue de él, la quería, pero nunca la alcanzo, no en un sentido metafísico, creo que desde entonces uno se recuesta, mira al cielo pegándose en el pecho, esperando algo, alguien, una mujer, una costilla.
creo que desde entonces uno esta jodido...