PREFACIO

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Como empezar un relato sobre un viaje que cambio mi vida. Quizás creo que debería iniciar por el principio. No en el momento que inicio el viaje como tal, sino desde que surgió la idea que género que lo hiciera; tal vez lo correcto sería contar las motivaciones y los objetivos que se plantearon en un principio.


Para cumplir este plan que he trazado debo volver unos cuantos años, bueno unos cuantos, debo volver atrás en el tiempo, regresar al momento cuando aún era estudiante de bachillerato; no lo sé, creo yo tendría unos 12 o 13 años cuando escuché por primera vez sobre una ciudad mística llamada Machupichu. El hermano de un amigo mío se había ido para ese lugar, según lo que había entendido había sido la aventura de su vida, lo que él no sabía era que había sembrado en mí la semilla del deseo de viajar. Y la pregunta adecuada para este momento es ¿qué sería del hombre si no tuviera anhelos? Un hombre sin sueños es un ser inanimado, muerto y sin motivaciones.


Pasaron algunos años, creo recordar unos dos años más o menos cuando en una conversación un tanto "profunda" con un amigo de adolescencia tocamos el tema de viajar, de ser mochileros y recorrer Suramérica echando "dedo", pidiendo hospedaje, rebuscándonos la subsistencia diaria. ¿Qué se podía esperar de una conversación de unos púberos? Un agente externo hubiera podido pensar que era simplemente un dialogo emotivo entre dos niños que estaban soñando y que al cabo de unos años ese sueño se hubiera enterrado muy en el fondo de la memoria con los afanes de la cotidianidad. Aun así en ese instante ya se empezaron a formular ciertos objetivos, el plan original era tener como meta llegar a la mágica ciudad de Buenos Aires, Argentina.


El tiempo, nuestro enemigo y amigo siguió su marcha ininterrumpida... de un momento a otro y sin darme cuenta era el 2007, el año en que me gradué del colegio, allí volvió a surgir el tema de salir del país, de recorrer, de viajar de una manera diferente a la tradicional a la que estaba acostumbrado; en esta ocasión volví a discutir esto con mi amigo y con un primo, empezamos a realizar planes a pensar en fechas, entre otras cosas. Dentro de los planes no llevados a cabo para lograr el dinero para irnos se encontraban el realizar rifas, hacer fiestas para recolectar dinero, ahorrar, trabajar en lo que saliera, pero bueno ninguna de estas cosas se dieron y el objetivo no fraguó.


Entré a la universidad, mis planes parecían esfumarse ya que empezaron a transcurrir los semestres y no ocurría nada, es más inclusive tuve una novia que estaba en la onda, tenía grandes sueños y quería cometer ese tipo de locuras. Dentro de nuestra construcción de relación estaba la de irnos de mochileros por el mundo. Desafortunadamente estos planes nunca cuajaron, ella salió muchas veces a viajar, mientras que yo seguía estancado, encerrado entre las montañas de mi ciudad Medellín. Los años empezaron a entrar, y aunque era joven, ocurría un fenómeno súper extraño y es que en Medellín uno envejece prematuramente, la vida pasa como una estrella fugaz, uno debe actuar rápidamente, no hay tiempo para uno, se escucha entre el común el de aprovechar a trabajar como mula en los años mozos debido a que son los más productivos y si, lastimosamente es una realidad que se vive en todas las esferas de la composición sociológica paisa. En esta ciudad servicio-industrial hay que estudiar algo que produzca, no hay espacio para las artes ni para las humanidades, no hay tiempo que perder, consiga un buen empleo y logre amasar una fortuna lo suficientemente considerable para sostener a una familia, tenga hijos y espere a que le lleguen los nietos, salga de viaje a la costa colombiana o en su defecto a Miami, gastándose todos los ahorros familiares debido a que usted debe proporcionarle los mismos lujos o incluso mayores de los que tiene acostumbrada a su familia en su pequeño castillo de Medellín.

Crónicas de un viaje hacia el surDonde viven las historias. Descúbrelo ahora