1. En trance

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¿Alguna vez habéis soñado con My Little Pony en una fábrica de chocolate, siendo perseguidos por dragones de tres cabezas? Yo no.

Eso sería un sueño normal (dentro de la definición de sueño), y mis sueños estaban lejos de ser normales, ya que siempre soñaba con lo mismo, y lo odiaba.

Odiaba este sueño que en realidad era un recuerdo de mi pasado y que me provocó un trauma cuando tenía 12 años.

Este sueño se iba y volvía, y siempre empieza en el mismo lugar. ¿Por qué acababa descubriendo siempre dónde estoy? Porque siempre sucedía lo mismo y siempre reaccionaba de la misma manera, pero eso mi subconsciente no lo entendía. No entiende que cuando estoy dormida, entraba en una especie de trance del que no consigo salir y que me hacía sufrir todas las noches al no saber que iba a pasar, pero a la vez, sí.

Caía dormida y me encontraba en un cielo oscuro y lleno de estrellas en una noche de luna llena. Miraba hacia abajo y me entraba vértigo. Veía Londres a lo lejos, y aunque es precioso, no me fijaba en eso, sino en que parecía el genio de la lámpara, ya que estaba flotando. Entonces levantaba la vista y algo me llamaba la atención. Era algo que pasa por delante de mis narices a la velocidad del rayo. Me habría caído de haber podido.

El objeto que había pasado por delante de mi cara era un avión como otro cualquiera. Pero percibía inmediatamente que había un aura extraña que lo rodeaba. Una conocida sensación de ansiedad crecía en mí, sabiendo que algo iba a pasar, y no muy segura de que fuese algo bueno.

Miraba más atentamente el avión y descubría que podía ver perfectamente a cada uno de los pasajeros, así que me dedicaba a mirarles uno por uno, hasta que mis ojos se paraban en una pasajera a la que reconocía inmediatamente y que miraba atentamente a todas partes.

Oh, no.

Ella era Clancy, mi madre. Una mujer preciosa (según mi criterio, que es el mejor de todos, obviamente). Tenía una sonrisa que alegraba el día a aquellos que lo han pasado mal y que enamoraba hasta a las piedras. Cada vez que sonreía, le aparecía un hoyuelo en la mejilla izquierda. Era una persona muy alegre, pero cuando tenía un mal día y lo intentaba disimular, no aparecía su característico hoyuelo, así que mi madre podía ser catalogada de pésima mentirosa.

Tenía un pelo marrón ondulado bonito pero algo salvaje, que no se dejaba peinar fácilmente. Tenía una nariz pequeñita que normalmente estaba cubierta de pecas porque le daba mucho el sol, ya que trabajaba como socorrista en la playa todas las tardes. Llevaba puesto una camiseta rosa de tirantes y unos vaqueros cortos, combinadas con unas Converse negras. También llevaba unas gafas de sol y el pelo recogido en una coleta. Solo por el pequeño detalle de que llevaba las gafas puestas, me di cuenta de que algo iba mal. No se las solía poner a menos que quisiera ocultar algo, aunque también era raro que llevase gafas de sol por la noche y en un avión.

Me estaba poniendo muy nerviosa porque se notaba a kilómetros que estaba tensa.

De repente, sentía un escalofrío y levantaba la mirada lentamente hacia arriba, y me encontraba con una tormenta que segundos antes no estaba.

Parecía que iba a estallar encima del avión... y eso era lo que siempre pasaba. El problema es que estallaba tan de repente que no me daba tiempo a reaccionar y seguía en shock cuando un rayo daba justamente en una de las alas del avión, haciendo que el avión se desequilibrase. Cuando reaccionaba, ya sabía que el destino de ese avión estaba escrito y me sentía muy culpable e impotente cuando el avión empezaba a arder con mi madre dentro y yo sin poder hacer nada, salvo quedarme mirando.

El dolor que sentía no se podía expresar con lágrimas, porque iba mucho más allá que eso.

Fue entonces cuando, por primera vez en estos 3 años de pesadillas, mi madre se giró en mi dirección, pero no como si me viera, sino como si me percibiera. Entonces reaccionó rápido y escribió sobre el vaho de su ventana una palabra un segundo antes de que el avión se estrellase. A pesar del poco tiempo que tenía para leer la palabra, la conseguí entender, y no me dio tiempo a pensar en nada más, ya que el sueño quedaba envuelto en una niebla negra.

Estaba muy confusa, era la primera vez que mis pesadillas sufrían variaciones. Pero de repente, escuché los gritos de una chica que parecían venir de muy lejos; segundos después, me desperté, siendo consciente de dos cosas: que estaba cubierta de un sudor frío asqueroso (cosa que no me había pasado nunca) y de que la joven que estaba gritando era yo.

Bienvenidos a mi deprimente vida.

Partida dobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora