9. Es que es invisible

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BYRON

Lo que le había dicho a Kate era cierto.

Estábamos todos estresados y no estábamos pensando lo que decíamos.

Mientras Jason le explicaba a Lucy lo que había sucedido, el resto nos sentamos y Amy se puso a mirar por la ventana, como si ya fuese una costumbre.

— Está bien... Os voy a asignar un refugio. Está un poco lejos de aquí, pero os dará el tiempo necesario para recibir el entrenamiento adecuado— comentó Lucy suspirando.

— De acuerdo, ¿cuándo nos vamos?— preguntó Kate.

—Ahora mismo, por supuesto. Ya tenéis hechas las maletas, sabía que este momento llegaría tarde o temprano.

¿Tenéis? No me digas que...

Lucy debió ver mi pregunta en el rostro porque añadió:

— Por mucho que quisiese, no me puedo ir con vosotros. Mi lugar está aquí, no voy a abandonarlo por sobreponerme a mis deseos. Además, necesitáis una buena coartada.

Tenía un punto, por mucho que me costara admitirlo.

Diana y yo fuimos a por las maletas. Era muy incómodo y se podía cortar la tensión con un cuchillo.

Pasamos por el cuarto de Kate primero y metí en su maleta algunas cosas que pensé le gustaría tener mientras Diana miraba su móvil y se hacía algún selfie con caras extrañas.

Después fuimos al mío. Al abrir la puerta, Diana se quedó mirando el interior del cuarto con curiosidad. En ese momento me di cuenta de que era la primera vez que entraba.

— ¿Necesitas algo?— abrió la boca por primera vez desde que nos quedamos solos.

— Necesito algo... Pues varias cosas, pero para empezar, ayuda no estaría mal— bromeé.

Ella esbozó una sonrisa a medio camino entre la duda y el arrepentimiento.

Tras unos minutos en los que terminamos de empacar mis cosas, ella resopló.

— ¿Te puedo ayudar en algo más?— preguntó, alzando una ceja.

— Por poder puedes, otra cosa es que quieras— me fui acercando a ella poco a poco mientras ella retrocedía hasta que se dio contra la pared.

— Byron...— desvío los ojos y suspiró.

Yo llevaba pillado de ella desde que tenía memoria, y sabía que ella de mí también. Pero no habíamos llegado nunca a nada porque creía que si empezaba una relación conmigo, su amistad con mi hermana podría cambiar.

Puse mis manos a ambos lados de su cabeza de forma que no pudiese escapar.

Diana se empezó a poner nerviosa, lo supe porque intentó guardar las formas, pero ella era como un libro abierto, no era muy difícil leerla.

Sus labios se veían muy apetecibles, por eso me fui acercando inconscientemente a ellos.

Ella mantuvo sus ojos muy abiertos y una postura que no cambió. Su cuello lo podía notar tensándose cada vez más.

— Ronnie, ¿qué haces?— masculló, descolocándome un instante.

Ronnie...

Ese fue el mote que ella me puso hace muchos años, cuando jugábamos a princesas y caballeros.

Ella entreabrió los labios. Sabía que quería esto tanto como yo, pero creía que había demasiadas cosas en juego.

Nuestros labios ya se estaban rozando y podía sentir su respiración entrecortada.

Partida dobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora