13. Claro que sí, tigre

13 5 3
                                    

JASON

Me crucé con Kate de camino al pequeño patio que teníamos. La verdad es que parecía mucho más relajada que la última vez que la vi, y eso me hizo suponer que acababa de arreglar las cosas con Amy. Aunque no estaba seguro: las chicas tenían una mente que nunca había conseguido entender.

Me encontré fuera a la rubia, que contemplaba distraídamente como la nieve caía. Me sitúe en el otro columpio, quedándonos en silencio.

— Voy a empezar a cobrar para que podáis usar el columpio. Me haría millonaria en pocas semanas— murmuró, tras unos minutos en silencio.

— Kate ha venido, ¿cierto?

Ella asintió, aún sin mirarme.

— Es una buena chica, tiene el corazón en su sitio y sus principios claros. Ha venido a disculparse por lo ocurrido en la cena— aclaró.— Yo también le he pedido perdón por haberme puesto así de histérica— susurró, tan bajito que casi no la oigo.

Wow.

Puede que esta convivencia os cambie a todos para bien.

— Oye, Jason. ¿Estamos seguros de que son ellos? No quiero hacerles daño, han sido los únicos que han estado a mi lado todo este curso y no les daba miedo acercarse a mí. Me sentí... como si formara parte de algo importante— dijo, mirándome finalmente a los ojos. Me compadecí de ella al ver que los suyos estaban cristalizándose.

Le cogí del mentón para que no desviase la mirada de nuevo.

— Amy, sé que sabes que son ellos los indicados. Esta también es nuestra primera misión, así que tenemos que bordarlo. Todo nuestro futuro depende de ello, lo sabes, ¿verdad?— la miré con cariño, acariciándole las mejillas.

Ella cerró los ojos, respiró hondo varias veces, y cuando los volvió a abrir, sus ojos estaban llenos de determinación.

— También tenemos que bordar eso, lo sabes, ¿cierto?— intentó bromear, señalando mis vaqueros rotos.

Me reí, dándole un beso en la comisura  de sus labios. Al separarnos, vi que se había sonrojado ligeramente, y sonreí por ello. Siempre sucedía lo mismo, y yo no me cansaba de decirle lo adorable que se veía así, haciendo que se pusiera aún más roja.

— Adivina lo que te he traído— dije, buscando en los bolsillos de mi cazadora. ¿Dónde demonios lo había dejado?

Ella abrió los ojos, emocionada. Sus ojos tenían un brillo especial en ese momento que hizo olvidarme de todo lo que me había costado conseguirlo.

Le falta aplaudir, ¿a que sí?

Lo escondí detrás de mi espalda al encontrarlo, esperando que lo adivinase.

— ¡¿Has traído... chocolate?!— exclamó, levantándose del columpio de un salto.

Cari, tú y yo sabemos que ahora mismo parece un canguro.

La verdad es que sí, aunque uno muy mono.

Nada de mono, un can-gu-ro. ¿Quién ha dicho algo de monos?

Se lo mostré, y la tuve saltando y gritando como una niña de cinco años durante más tiempo del que creí, porque de un momento a otro apareció Byron por la puerta, dispuesto a echarnos la bronca, hasta que vio la sonrisita divertida de mi cara y la emoción de Amy.

— Me gustaría saber el motivo de esta reunión tan chillona, pero he aprendido que a veces es mejor no saber nada—.  Paró de hablar y vio lo que sostenía en la mano. Una sonrisa comenzó a formarse en su cara, una demasiado emocionada para mi gusto— ¡¿Eso es chocolate?!

Partida dobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora