El ángel del príncipe ❝Sehzade Mehmed❞

Capítulo 2

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El primogénito de la sultana Hurrem caminaba por los pasillos del palacio, en dirección al harén, el sol ya comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de una gama de colores cálidos, pronto la luna iluminaría el manto nocturno e inevitablemente la imagen de la mujer de aquella tarde vino a su mente, Miray, "la que brilla como la luna". Estaba convencido de que recién había llegado al palacio, de otro modo ¿Cómo es como no la notó jamás?

—¡Alyssa, vuelve aquí! —alzó su rostro al escuchar la voz de una mujer, la cual le pareció conocida. Abrió sus ojos con sorpresa al sentir a alguien chocar contra su cuerpo, la tomo del brazo evitando que cayera al suelo.

—¡Oh, por Allah! —exclamó Sümbül-ag al ver con quien choco la joven.

Miray ahogó un chillido asustada cuando vio a la joven a la cual consideraba su hermana menor chocar contra un príncipe, sintió su alma abandonar su cuerpo cuando la castaña comenzó a revolverse entre el brazo del príncipe, siendo insolente claramente.

—¡Alyssa, no! —La de hebras doradas se acercó hasta ambos y tomo a la castaña del brazo. Agachó su cabeza y suprimió sus lágrimas. —Mi príncipe, por favor, perdone su insolencia, no conoce las reglas del palacio y aún es joven —suplicó.

—Mi príncipe, disculpe a esta muchacha tonta. —intervino el hombre, jalando a la menor de la muñeca. —Es muy joven y no logra acostumbrarse al harén.

El castaño, ignorándolo se acercó hasta la rubia con una sonrisa.

—Eres Miray, ¿cierto? —preguntó, admirando su bello rostro, quedando totalmente embelesado en sus iris celestes.

—Sí... Así es —asintió, sin saber a donde dirigir su mirada.

—Bien —asintió. Se dio la vuelta hacía el encargado. —Ustedes, señoritas, pueden retirarse —ordenó el Sehzade, Miray acató la orden rápidamente y salió de ahí en cuanto pudo tomando de la muñeca a la menor. —Sümbül-ag —llamó.

—¿Sí, mi príncipe? —el hombre se acercó al príncipe, verdaderamente curioso por la situación.

—Esa criada, Miray, envíala está noche a mis aposentos —ordenó. —Eso es todo.

—pero, mi príncipe...

—Eso es todo —volvió a decir, cruzando sus manos por detrás de su espalda y siguiendo su camino.

—Oh Allah —murmuró el hombre. ¿Qué haría? Sabía las intenciones de Mahidevran, quería a esa joven para el harén de su hijo en Manisa, pero aún no le había dicho u ordenado que la preparara para su hijo, así que...

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