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Ya habían pasado varios minutos del día, que para él se hacían cada vez más eternos. La voz grave de su profesor que no paraba de salir de su boca se volvía más pesada, hasta ser casi inaudible para sus oídos.

Draken era de los estudiantes que siempre trataba de prestar atención durante sus clases, incluso algunas le parecían muy interesantes, pero hoy era la excepción, todo transcurría demasiado lento.

Hace una semana había ingresado a su nueva escuela, por lo que tuvo que adaptarse al desconocido ambiente. Para su suerte no fue difícil, ya que no se hallaba completamente solo. Muchos de sus conocidos iban allí y además le quedaba más cerca de la estación de trenes, eso le convenía bastante.

Los recesos transcurrían entre risas, a veces coincidía con sus amigos en los horarios de salida, por lo que iban a pasear en sus motocicletas a diversos lugares, haciendo rugir los motores a gran velocidad.

Todo iba bien, él único detalle era que le tocó en la división donde no pertenecía ninguno de estos y la opción de conocer gente no era la mejor. No se consideraba el sujeto más sociable del mundo, sin olvidar que varios le tienen miedo por culpa de su aspecto imponente, pensando que se trataba de algún maleante o loco que fue a la cárcel como unas tres veces en su corta adolescencia.

Toda esa imagen no se acercaba ni un poco a la realidad. Su actitud era muy madura, demasiado para alguien de su edad, pero las condiciones en la que vivía lo forzaron a crecer más rápido que otros. Bastante paciente, responsable y de buen corazón, de esas personas que no te traicionarían nunca.

Pero era difícil acabar con esos prejuicios que parecían encantarle crear al ser humano.

De todos modos, nada de eso le importaba, durante el horario escolar se enfocaba solo en estudiar y aprender todo lo dado para obtener una buena educación.

Su concentración en el pizarrón fue interrumpida repentinamente por unos pequeños ruidos, ronquidos para ser más precisos, provenientes del estudiante que se sentaba adelante suya.

Si para el de trenza había algo que no podía entender, era a ese individuo. ¿Cómo tenía tanta facilidad para quedarse dormido en las clases, qué haría cuando llegara el momento de los exámenes? ¿Cómo podía existir alguien tan despreocupado?

Desde que ingresó, nadie parecía inmutarse por esta situación, por lo que suposo que ya debía ser costumbre para todos o algo así.

El timbre que indicaba la hora del almuerzo resonó en el salón y los presentes no dudaron en saltar de sus pupitres en dirección a la cafetería, así podrían tomar su esperado descanso.

Ken se mantuvo quieto, esperando a si reaccionaría y así fue. Al escuchar la campana, el de cabellos rizados se levantó de su silla, saliendo de manera automática del salón para buscar algo con lo que alimentarse.

Le costaba aceptarlo, parecía que el único propósito de ese chico en la preparatoria era despertarse en la hora de comer para luego continuar durmiendo.

Decidió dejar de plantearse cuestiones que nunca podría resolver y mejor aceleró el paso hacia el comedor, antes de que Baji empiece a mandar más de cincuenta mensajes por su grupo totalmente innecesarios y Mitsuya lo regañaría por ser tan pesado.

Decidió dejar de plantearse cuestiones que nunca podría resolver y mejor aceleró el paso hacia el comedor, antes de que Baji empiece a mandar más de cincuenta mensajes por su grupo totalmente innecesarios y Mitsuya lo regañaría por ser tan pesado

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Sᴡᴇᴇᴛ ᴍᴏᴍᴇɴᴛs | DʀᴀᴋᴇʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora