Le conocí en agosto. Nuestra relación se parecía a esa llovizna constante pero muy agradable, a las tardes en casa refugiándonos del viento que nos quería llevar a otro lugar, a un abrazo de esos que te reconstruyen, a una brisa leve que antecedía un bosque de árboles sin hojas. Vivíamos en días que juntas anochecían demasiado pronto.
El miedo dejo de existir en nuestras conversaciones, fue ella misma, por fin, aunque ser ella implicaba no mostrarse por completo. Pero así era, y yo la quería más allá de los muros. Era capaz de verla cuando decidía esconderse y no me molestaba esperarla. En cierta manera, dedique todo ese tiempo a conocerla, y lo hice de tal modo que llegué a comprenderla.
Es así: el amor no es más que compresión. Al fin y al cabo, entender a alguien es mucho más sencillo que entendernos a nosotros mismos. Basta con abrir los ojos y aguzar la mirada, responder sus preguntas con sus respuestas y no con las nuestras, y dejar la puerta siempre abierta...Por ese mismo motivo, porque la conocía tanto como la quería, no hice nada el día que me abandono y derrumbó los aviones, saco los dedos de mi pecho y escupió los besos que teníamos pendientes y se cortó los brazos para salir de mi cuerpo y clavó las agujas del reloj en mi espalda, que se deshizo en las raices de un árbol ya marchito.
Para colmo, me ah dicho que me amaba. «Te amo, pero no la puedo dejar » ¿En serio? Las cosas no se hacen así. No. Me daban ganas de tomar el teléfono, llamarle y decirle « ¡No puedes ir por ahí enamorando a la gente para marcharte cuando lo consigues! No puedes meterte en mi cabeza, escribirme la historia de los dos y borrarla antes de llegar al final. No puedes hacerme querer ser alguien mejor para abandonarme después. Me has puesto delante de tu miedo para no afrontarlo. Me estás dejando hacerme todo este daño...
No lo sé; quizá me necesito mi calor y en mitad de la helada se dió cuenta de que el frío no es tan malo y los armarios están llenos de mantas. Es cierto que el verano siempre llega, como un relámpago o un deseo al aire, pero se fue con sus destellos y me dejó a oscuras. Apagada en medio de un sol abrasador. A tientas en un mundo lleno de chispazos.
Ese día decidí caminar sin rumbo fijo, era una tarde cerrada y el aire frío era cortante mientras avanzaba envuelta en un halo de neblina. Me gustaba sentir el choque del viento con mis lágrimas. Me debatía en una guerra profunda contra mi propio dolor, pero seguia enamorada. De algún modo, que siguiera existiendo un hueco para el amor me daba ciertas esperanzas, y no por ella si no por mí. Es decir, no me consolaba el hecho de seguir queriendola, si no la certeza de que, aún siendo una versión pésima de mí misma y estar sumida en la peor de las soledades -la que no se elige-, mi capacidad de querer con el alma y las manos, ese rayito de sol que es el amor, resistía como una chica fuerte. No sería ni ese día no el siguiente, seguramente tardaría en encontrar mi faro de nuevo, pero ese hueco seguiría ileso toda la vida.
Nota
Este capítulo me gusta un montón pero me da un sentimiento que no se imaginan 🤧
Desde mi corazón de melón, Nicole. M.
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Días Sin Tí
Random"Con el dolor podemos hacer dos cosas: convertirlo en odio, en rencor, o elaborarlo, sublimarlo y convertirlo en crecimiento, poesía, literatura, fraternidad, solidaridad con las víctimas. Este fue mi camino". Cristina Peri Rossi