Las calles de Konoha se encontraban casi vacías, eran pocos los habitantes que transcurrían a esas horas, una de ellas era una joven rubia hermosa para su familia y conocidos, menos para ella misma.
Dejó de caminar al pararse enfrenté de una tienda, miró su reflejo con una sonrisa triste.
No pudo evitar evaluarse, podía ser alta y poseer curvas acompañada de un gran busto, por lo que cualquier mujer estaria celosa, pero al subir su mirada a su rostro, no era más que eso, una mujer con un cuerpo que un hombre desearía pero no para una relación sería, sólo para una noche.
Pues su rostro es el fiel recordatorio de lo que porta adentró.
Tan pérdida en su auto evaluación estába, para no percatarse de que ya no estába sola, hasta que escuchó los susurros, apretó sus puños tratando de no explotar, no podían dejar la en paz por una buena vez.
"Qué suerte tienen algunas, pero tal vez ni tanto".
"Tiene un bonito cuerpo, pero hasta ahí, sólo ver su rostro cualquiera huirá de ella".
"Los único que le vale es ser la hija del cuarto, sin olvidar que su hermano es de cuidado".
"Silenció nos puede escuchar, recuerda que nos podría matar, después de todo porta una bestia".
Respiró y exhaló, contando en su mente. Sabía que parte de lo que decían de ella era cierto.
Pues sólo vivía en la aldea por sus padres y hermano, no porque los habitantes la quisieran, después de todo ella tenía en su interior al zorro de siete colas, era un monstruo para ellos, pero ella no pidió eso.
Naruko Namikaze, hija menor del cuarto Hokage Minato Namikaze y Kushina Uzumaki, hermana menor del capitán del escuadrón anbu, Mena Namikaze.
Su padre había tenido que sellar la bestia en ella, para la protección de la aldea y de las demás naciones, fue visto cómo un héroe pero no así su hija la cuál fue señalada cuándo él o su esposa no estába con ellos, a Mena nunca le importó lo que los demás pensarán de ella o él mismo, lo aprendió con el tiempo y se valió de su habilidades para imponer respeto ante ellos, pero no así ella.
Mena fue un prodigio que sin necesidad de terminar la academia, subió de rango a chunin, dejándola a ella sola contra las burlas de sus compañeros de salón.
Pero lo no culpaba, su hermano aún que no portaba una bestia, nació de una jinchuriki.
Tocó sus mejillas, escuchó risas detrás de ellas al hacer contacto con sus bigotes, dejó caer sus manos dio la vuelta y salió casi corriendo, sentía lágrimas bajar por sus mejillas. Las cuáles limpió con enojó.
Corrió sin ningún rumbo, antes no le importaba su imagen, pero al crecer lo empezó a hacer y ahora se sentía tonta al no notar las diferencia entre ella y las demás chicas.
Hasta que unos ojos jade aparecieron en sus recuerdos, sin dejar de correr tomó rumbo al hospital de Konoha.
Al llegar casi se llevó a los guardias de encuentro al pasar por ellos, no se disculpó y siguió, subió al ascensor y presionó el numero 4, cuándo las puertas se abrieron de nuevo, salió caminando rápido manteniendo el impulso de correr, llego al escritorio de la secretaria del consultorio.
- Buenas noches ¿Sakurai aún está en su consultorio?.
La mujer elevó una ceja, sonrió de manera maliciosa.