Tenía tantísimas ganas de cumplir los 18 años que aún no podía creerme que ese día hubiera llegado. Mi intención siempre fue irme de casa el mismo día que cumpliera la mayoría de edad, pero llegado el momento no me parecía correcto irme sin más, por lo que pasé el día con mi familia y mis amigos y al día siguiente de madrugada me fui en tren. Fue más duro de lo que pensaba despedirme de mis padres y de mis amigos, pero sobre todo de mis hermanos pequeños Mario e Iván. La verdad es que el día de mi cumpleaños fue bastante divertido. Estuve por la mañana con mi familia, salimos a comer y a dar un paseo y más tarde al cine, y por la tarde-noche fui a cenar con mis mejores amigos.
Sin duda, fue el 28 de febrero más emotivo de mi vida, ya que les decía adiós a todos durante un largo periodo de tiempo. Con la universidad y tal no iba a poder visitarles hasta un par de meses después mínimo. Pero no dejé que eso afectara a mi decisión, de manera que cuando llegué de la cena terminé de hacer mi maleta, les di un último beso a mis padres y mis hermanos y me fui a dormir 5 horitas.
Sonó el despertador del móvil a las 6:30 y me di cuenta de que iba tarde. El tren salía a las 7 y tenía mínimo 20 minutos hasta la estación. Debí llegar tan cansada a casa que confundí el 5 con el 6, y puse la alarma 1 hora más tarde. Sin parar un solo segundo bajé a desayunar. Mientras se calentaba el café me vestí para salir, y en cuanto estuvo me lo bebí. En 18 años no había desayunado tan rápido para ir a clase...nunca.
Salí corriendo de casa y me fui a la estación. Para variar mi memoria falló y a mitad de camino recordé que había olvidado algo imprescindible para viajar en tren: el billete. Nuevamente me tocó ir corriendo, esta vez a casa a coger el maldito billete que me había dejado en la mesilla de la habitación, pero para variar, las cosas se torcieron: no tenía las llaves de casa. Esto me puso en un aprieto mayor, ya que era muy pronto para llamar al timbre pero muy tarde para perder más tiempo, así que decidí ir a la estación y comprar otro billete. Finalmente logré subir al tren y me preparé para el largo viaje hasta Asturias.
Llegué a Oviedo aproximadamente a las 3 de la tarde (contando con que habíamos parado 1 hora por un problema mecánico...o algo así). Cogí mis maletas y me dirigí a la Universidad de Oviedo, para hacer la matrícula. Por el camino, comparaba mentalmente la capital de Asturias con la de Madrid...sin duda era un sitio infinitamente más tranquilo, y eso me gustaba. Llegué relativamente pronto y rellené la matrícula en la misma universidad, ya que como tenía aún las maletas y todo encima, llevaba toda la documentación necesaria (incluyendo la fotocopia del DNI que hice un par de días antes de mi cumpleaños).
-Estupendo, pues ya está todo en orden.-me dijo la chica que me había ayudado con el tema de la matrícula-Podrá incorporarse de inmediato, aún que si acaba de llegar a Asturias se le conceden 3 días para instalarse en su nueva casa.-
-Muchas gracias, me vendrán bien 3 días para adaptarme a este cambio. Buenas tardes.-
Salí de la universidad muy contenta, ¡ya era oficialmente estudiante de derecho en la Universidad de Oviedo! Estaba deseando llamar a mis padres para decirles que ya estaba todo preparado, pero mi cansancio era superior a mi felicidad, así que opté por buscar la que iba a ser mi nueva casa, descansar, y más tarde, llamarles.
Al fin llegué a mi nuevo hogar. Era un pequeño chalet bastante acogedor, con macetas con flores en los balcones, ventanas amplias en el piso de abajo y más pequeñas en el de arriba, y con unas plantas enredaderas que cubrían toda la fachada este del edificio. Traté de recordar el nombre de la chica con la que iba a vivir en Oviedo. Se llamaba Marta, era una antigua amiga mía, y por antigua me refiero a que nuestras madres nos presentaron haría unos 9 o 10 años. Llamé al timbre y me abrió la puerta una chica alta, morena y muy perfumada. Iba vestida con unos vaqueros ajustados y una camiseta de manga pirata amarilla que ponía "If not now, when?".
-¿Lila verdad?-me preguntó.-
-Sí, ¿Marta?-
-Jajaja sí. Madre mía cómo has cambiado Lila...hacía muchísimo que no nos veíamos.-
Ambas nos fundimos en un abrazo muy emotivo, como esos que se ven en los anuncios de turrón todas las navidades. A pesar del tiempo que llevábamos sin vernos, recordaba muchas cosas que habíamos vivido las dos. Me invitó a pasar y me enseñó un poco la casa. Como estaba muy cansada, dejé las cosas en mi habitación y le dije que iba a dormir un rato, pero antes de eso llamé a mis padres para contarles que había llegado y que ya estaba instalada y matriculada en la universidad. Con todo el agotamiento que tenía encima, ese día no salí de casa, me desperté como a las 6 de la tarde, estuve hablando con Marta y contándonos qué tal nos iba todo y finalmente decidimos dejar el plan de salir para el día siguiente, que aún que era viernes, a mí me habían dado ese día para instalarme y ella no tenía clase.
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Nacer, crecer, valorar, morir.
RomanceEsta es la historia de Lila, una joven madrileña cuya vida cambió el día que cumplió 18 años. Desde pequeña siempre decía que cuando fuera mayor de edad, se iría de casa aunque fuera a vivir sola. Esto no se debía a que en casa la trataran mal ni mu...