Quité la alarma del teléfono cuando me harté de oírla por decimoséptima vez. al menos saber que ya era jueves me animaba, ¡Quedaba menos para el viernes! Había pasado ya una semana exacta desde que me había mudado a Asturias, me tocaba enfrentarme a mi cuarto día de universidad y mis ganas por sacar mi carrera adelante no frenaban...salvo por el hecho de tener que madrugar. Bajé a desayunar y, para variar, me asusté al ver a Eric en la cocina.
-No me acostumbro a verte aquí...bueno, siempre.-dije medio riéndome por mi susto-
-Han pasado 4 días, es normal que no te hayas acostumbrado aún. Anda desayuna que tienes que crecer pequeñaja.-contestó Eric haciendo alusión tanto a la diferencia de edad como de estatura-
Encendí la cafetera y puse dos rebanadas de pan en la tostadora. Cuando me di la vuelta, Eric estaba justo detrás de mí, apoyado en la encimera donde estaba la tostadora e impidiéndome salir.
-Tengo que hacerme el café, que tengo que despejarme para no dormirme en clase...-le dije acercándome poco a poco a él-
Era gracioso ver como tenía que ponerme de puntillas para llegar a sus labios cada vez que le quería besar o simplemente hablar cerca de su cara. Cuando estábamos a un par de centímetros el uno del otro me susurró un te quiero, y no sé si sentí mariposas en el estómago o directamente una reserva de aves, porque era esa clase de comportamiento el que soñaba encontrar en un chico. Le di un beso en los labios lentamente, cerré los ojos y en menos de 3 segundos pasó por mi mente la imagen de unos ojos morados preciosos. ¿Por qué había pensado eso? No le di demasiada importancia, podría ser parte de algún sueño de aquella noche. Finalmente Eric me dejó salir y pude desayunar.
-Lila me tengo que ir ya que me lleva Rafa a clase, ¿te das prisa y te espero?-me preguntó Marta asomándose a la cocina-
-No, vete tú, yo me voy en 10 minutos tranquila.-
-La llevo yo Marta, no te preocupes.-intervino Eric-
Marta nos lanzó un beso desde la puerta y salió de casa. Miré el reloj y comprobé que faltaban de verdad 10 minutos para irme, y cuando vi que eran 15 me relajé y me tomé el café más despacio (me estaba quemando la lengua). Terminé de desayunar y aproveché a ver un poco la televisión antes de irme. La encendí y estaban poniendo "CSI: Miami". Esa serie había marcado un antes y un después en mi vida. No había cosa que odiara más que ver parte de un capítulo y luego tener que dejarlo sin terminar, pero no me quedaba otra. Apagué la tele y salí con Eric de casa. Era un chico muy dulce y atento, no tenía que ir ya a clase y aún así madrugaba por mí. Llegamos a la universidad y, después de nuestro beso de despedida quedamos en vernos a la salida.
Entré al edificio y busqué mi clase, que aún no me acordaba bien de cuál era.
-¿Eres Lila?-me preguntó alguien desde la puerta de una clase-
-Sí. ¿Cómo lo sabes?-
-Me llamo Raúl, acabo de llegar de Madrid y me han dicho que tú también eres nueva.-
Nos saludamos con dos besos como si nos conociéramos de toda la vida. Resultaba muy curioso que también fuera de Madrid, al menos ya no era la única "extranjera" de la zona. La verdad es que el chico era bastante mono, tenía unos ojos castaños preciosos, y un piercing en la ceja derecha. Físicamente no estaba nada mal, pero con el tiempo había aprendido que tras un físico genial se esconde una persona como mínimo la mitad de genial, de modo que entré a clase y me senté junto a él, y durante toda la jornada estuvimos hablando sobre nosotros y qué nos había llevado a tomar la decisión de irnos de casa tan pronto.
Se acabó el día y me ofreció ir a comer con él y acepté sin dudarlo. Parecía un chico muy simpático, y tenía ganas de conocerle más. Algo me decía que íbamos a ser muy buenos amigos.
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Nacer, crecer, valorar, morir.
RomanceEsta es la historia de Lila, una joven madrileña cuya vida cambió el día que cumplió 18 años. Desde pequeña siempre decía que cuando fuera mayor de edad, se iría de casa aunque fuera a vivir sola. Esto no se debía a que en casa la trataran mal ni mu...