『 39 』

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"And you were imagining sitting next to me, holding my hand for the whole thing" -Falling in love, Cigarettes after sex

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"And you were imagining sitting next to me, holding my hand for the whole thing" -Falling in love, Cigarettes after sex.


Empacaba su última maleta, maleta la cual estaba enfocada más que nada en unos cuantos pares de zapatos y aquellas cosas que consideraba 'especiales', es decir, aquella caja en la que guardaba las cartas y detalles que sus amigos le obsequiaban. Además de obviamente su diario, el cual debía cambiar pronto.

A pesar de que a sus padres al inicio no les convencía el plan, tras pensarlo por unos días finalmente aceptaron. Como a cualquier padre, la idea de que su hija se alejara y se adentrara en un lugar desconocido por cuenta propia no era la más agradable, pero si era lo que en verdad quería, no podían hacer nada para impedírselo. Su felicidad estaba antes que nada.

Así que cuado sus padres le dieron la respuesta, no pudo estar más contenta. 

O al menos lo estaba, hasta ahora, cuando a pocos minutos de irse cayó en cuenta de todo lo que estaba dejando atrás. Sus amigos, su familia, su trabajo, prácticamente toda su vida. Tantos recuerdos y buenos momentos que pasaron solamente en esas cuatro paredes, las primeras veces que hizo algo, o cuando salía a jugar a la plaza, tantas experiencias que había vivido por el pueblo. Sin duda iba a echar de menos todo. 

Un último vistazo para asegurar de que no olvidaba nada importante y finalmente bajo, donde estaban ya sus padres esperándola para despedirse. 

—¿Todo listo, mi cielo? —pregunto su madre con una sonrisa triste, ___ asintió.

—Camilo llegará en poco. ¿Samu sigue durmiendo?

—Sí, ya sabes que nunca se despierta temprano —y era verdad, al igual que sus amigos, Samuel era demasiado soso para levantarse tan temprano, por eso mismo era que se había despedido de todos ellos ayer. 

—Tenía esperanza de despedirme de él —comentó—. Los voy a extrañar mucho. 

—¡Nosotros más mi vida! —respondió su madre, dándole un abrazo junto a su padre. Aunque el bonito momento familiar fue interrumpido por unos leves toques en la puerta, era momento de irse—. ¡___ ___ Montero más te vale contestar todas mis llamadas y mantenernos al tanto de todo! Sabes que siempre estaremos para ti, mi niña.

La mencionada no pudo evitar reír ante aquel drástico cambio de actitud—: Claro mami, apenas lleguemos te aviso. 

—¡Más te vale! —dicho esto, la mujer abrió la puerta, dejando la figura de Camilo a la vista, quien saludo a todos con una sonrisa. 

Cruzaron una cuantas palabras antes de irse, despidiéndose y dándole cariños a Mushu, quien lamentablemente no podría ir con ellos. Salieron de la casa donde Antonella y André ya los estaban esperando en la carreta que los llevaría hasta los limite de Encanto, ya de ahí tomarían otro medio de transporte. 

(. . .)

—Ya hemos llegado, princesa —murmuró una voz a su lado mientras la movía ligeramente. Abrió sus ojos con pesadez ante este acto, no recordaba en que momento se había quedado dormida—. Anda, despierta. 

—¿Qué hora es? 

—Ya pasa del medio día, ¿Vienes? —asintió para finalmente bajarse del coche, adentrándose a un bonito edificio de varios pisos, subiendo al tercero. 

—¿Aquí es donde viven? —preguntó observando el lugar, era realmente grande y lindo. 

—Aquí es donde viviremos —corrigió—. ¿Te gusta?

—¡Me encanta!

—Espera a verlo por dentro, estoy seguro de que te fascinara —pararon frente a una puerta café con el número 505 marcado en ella—. ¿Haces los honores? 

Rebusco en su bolsillo aquella caja que el mayor le había regalado en su cumpleaños, sacando de ella la llave para abrir la puerta del departamento. Al abrir la puerta no pudo evitar sorprenderse ante lo bonito que era el lugar. Lo primero que se observaba al entrar era la sala de estar, decorada simplemente con un sofá chaise longue y un televisor; justo a lado se encontraba la cocina con su respectiva isla y un desayunador de solo cuatro sillas; más adelante había un pasillo con varias puertas, las cuales suponía eran las habitaciones, sin olvidar mencionar los grandes ventanales que daban vista a la ciudad. Sin duda era un departamento precioso. 

—¡Esto es lindísimo, Cam! —exclamo mientras terminaba de contemplar el sitio. 

—Siéntete como en casa —contestó mientras entraba, llevando unas maletas—. Puedes escoger una habitación..., o quedarte conmigo. Está a tu elección, cariño. 

—Supongo que ya sabes mi respuesta, cariño —respondió con una sonrisa, a lo que Camilo solo señalo la primera puerta—. ¿Y...  

—Llego por quien lloraban —la voz de André se hizo presente en la habitación, cruzando la puerta con unas bolsas de comida en las manos—. Y traje comida, lo sé, soy el mejor. 

La pareja cruzó miradas divertidas, ya podrían desempacar más tarde.


Promesa; Camilo M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora