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Era una tarde como cualquier otra, allí estaba yo, trabajando en mi pequeño café, no es la gran cosa, pero con el tiempo pude hacerlo acogedor, y lo suficientemente grande como para sobrevivir. No es un café famoso, tampoco es de esos que se llenan constantemente, pero a la gente le gusta que sea así de tranquilo y eso me conforma.

Nuestras especialidades son recetas de la pastelería francesa, que yo misma preparo, macarons, lemon pie, croissant relleno, créme brûlée, pastel de chocolate, madelaines, budines, entre otras recetas clásicas. Y como buen acompañante, café del bueno.

Quienes trabajamos aquí, son un par de amigos y mi hermano menor que comenzó hace poco. Tratamos de mantener un ambiente ameno para ser un lugar donde la gente se resguarde del caos de la ciudad.

Esa tarde, esa bendita tarde.

Un nuevo cliente entró al lugar, nunca lo había visto antes, por un momento pensé que era alguien sin hogar, pero al acercarme sentí un bonito olor a perfume de calidad.

- Bienvenido, ¿Mesa para uno? ¿Dónde quisiera sentarse... Vista a la vereda? – Pregunté invitándolo a pasar.

- Gracias... Una mesa en el fondo bastará.

Con el tiempo uno aprende a conocer a los clientes a primera vista, algunos son extrovertidos que vienen solo a hablar con amigos, otros les gusta sentarse en la ventana e imaginar situaciones imaginarias en su cabeza, y otros son como el nuevo cliente, introvertidos que se quieren alejar del mundo.

Lo acompañé hacia la última mesa en un rincón del lugar, noté que tenía unos cuadernos debajo de su brazo, así que le encendí unas luces para que tenga mejor vista.

- ¿Qué se le ofrece? – Pregunté

- Un expreso, solo eso, gracias. – Respondió con un tono seco.

- Enseguida se lo traigo. – Sonreí.

Me alejé de la mesa y pude sentir como me observaba mientras lo hacía. No pude evitar ruborizarme un poco. No llevaba nada fuera de lo normal, solo unos jeans negros ajustados, una camisa blanca y el delantal color jean azul oscuro, mi pelo estaba atado en la parte de atrás por una coleta alta.

Preparé el café y fui a entregárselo, estaba corrigiendo unos papeles, lo que me hizo suponer que era profesor.

- Aquí tiene su café, que lo disfrute. – Sonreí amablemente.

- Gracias.

- ¿Es de la zona? No lo he visto antes. Disculpe mi intromisión. – Pregunté intentando hacer charla.

- No soy de la zona, pero lo vi de pasada hace unos días, me pareció un lugar tranquilo y vine a probar. – Respondió nuevamente en un tono seco.

- Oh, entiendo, entonces, lo dejo tranquilo. – Sonreí nuevamente y me alejé. Nuevamente sus ojos se posaron en mí al alejarme.

Seguí atendiendo clientes, el tiempo pasaba y él seguía corrigiendo lo que parecían exámenes. Me llamó nuevamente y fui a atenderlo.

- ¿Sí? ¿En qué le puedo ayudar? – Pregunté alegremente.

- Quisiera otro expreso por favor.

- Claro, enseguida se lo traigo.

Preparé el café y nuevamente le llevé a la mesa, y en esta ocasión decidí llevarle una pequeña porción de lemon pie. No parece una persona que le guste el dulce en exceso, así que lo agrio de la tarta de limón me pareció adecuado.

- Aquí tiene su café, y como pequeño regalo de bienvenida, le obsequiamos este pequeño trozo de tarta. – Sonreí mientras le entregaba los cubiertos, que tomó directo de mis manos. Sus manos eran cálidas y suaves, lo que me tomó por sorpresa, pese a su apariencia.

- Oh, muchas gracias. – Pude ver una pequeñísima sonrisa asomarse en sus labios.

Seguí mi trabajo, limpiando mesas, acomodando cosas en el mostrador. Luego llegó mi hermano menor, que, pese a que es más pequeño que yo, tiene apariencia mucho mayor a mí. Le di la bienvenida y nos pusimos a charlar mientras él se preparaba para trabajar.

De un pequeño reojo pude divisar al moreno disfrutar su tarta, aún concentrado en sus papeles. Que apariencia atípica tenía, un aspecto desalineado, pero olía muy bien y sus manos eran muy suaves, y verlo concentrado en esos exámenes lo hacía notar muy responsable. Sin darme cuenta lo estaba viendo directo, y cuando lo noté, pude ver como este me estaba observando. Miré para otro lado, ruborizada por ser tan torpe y que él se haya dado cuenta.

Llamó nuevamente a su mesa y me acerqué.

- ¿Sí? ¿Qué le puedo ofrecer? – Pregunté aún avergonzada.

- Quisiera la cuenta por favor.

- Ah, sí, enseguida se la traigo. – Me alejé y fui a la registradora para imprimir el recibo. Mientras hacía todo esto, sentía los ojos del moreno sobre mí, no se despegaban. Volví a la mesa y le entregué el recibo. – Aquí tiene. – Dejé el papel sobre la mesa y él me entregó el dinero, nuevamente sentí su mano rozar la mía, y en mi cuerpo recorrió un pequeño escalofrío. Comencé a sentir nerviosismo, y mis mejillas se notaban calientes, podía sentir como emanaban temperatura.

- Gracias por todo. – Me susurró cerca del oído. Su voz grave recorrió todo mi cuerpo.

- Gracias a pronto, vuelva usted. – Intenté sonar coherente, fallando completamente. – Gracias a usted, vuelva pronto. – Corregí.

Solo lo vi de espaldas, pero noté un suspiro de risa. Volví a ruborizarme.

La pequeña cafetería. (+18) [AizawaShoutaxReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora