VIII

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Aizawa condujo hasta el restaurant. ¿Quién diría que verlo manejar un automóvil sería tan excitante? Es una actividad tan simple, tan rutinaria, y aun así, allí estaba yo, babeando por verlo conducir.

Llegamos a destino, un pequeño restaurant escondido en una calle interna de Tokio, muy hogareño.

Allí los empleados vestían el típico kimono tradicional japonés, y con una sonrisa nos recibieron.

- Bienvenidos, ¿Mesa para dos? – Preguntó una agradable mujer mayor con una gran sonrisa. – Oh, Aizawa, bienvenido. ¿Con compañía?

- Hola Obaa-chan, sí, ella es [...]. – Respondió Aizawa con total tranquilidad.

- Ho... Hola, soy [...], mucho gusto. – Me incliné en forma de respeto.

- Hola [...]-San, soy la señora Tanaka, y él es mi marido. – Señaló al chef principal del restaurant. – Pero puedes llamarme Obaa-san.

Nos hizo sentar en una mesa pegada a la pared, allí miramos la carta para ver qué cenaríamos.

- Te recomiendo pedir el ramen, es de lo más delicioso de Tokio. – Comentó el moreno.

- ¿En serio? Está bien, pediré el ramen por favor, y té verde para acompañar. – Le pedí a Obaasan

- Yo pediré lo mismo. – Terminó Aizawa.

- Excelente, en seguida se los traigo. – Respondió la señora amablemente y se retiró atrás de la barra.

- ¿Así que te gusta ir a lugares pequeños con buena comida? – Comenté riendo por lo bajo.

- Sí, tienen su encanto. Aquí vengo desde niño. – Respondió el moreno observando mis reacciones.

- ¿En serio? – Pregunté invitándolo a que siga contando.

- Sí, justo antes de que mis padres fallecieran conocí este restaurant, y cuando fallecieron, fue mi refugio por muchos años. – Confesó el moreno.

- Oh, ya veo. – Quedé sorprendida ante las palabras. – Me alegra que hayas encontrado unas personas que te hayan ayudado. – Sonreí con tristeza.

- Yo también, fueron muy amables en aquel entonces. Y ahora que estamos aquí, quería que te conocieran. – Sonrió el moreno.

- ¿A mí? – Pregunté aún más sorprendida.

- Sí, siempre les prometí que el día que conozca a alguien importante en mi vida iba a presentársela.

- Dios santo, Aizawa-san, mi corazón, en serio, lo derrites. – Bromeé para esconder mi vergüenza y mi felicidad.

Obaa-san trajo la comida, se veía calentita y súper rica. Tomé los palillos, y agarré una buena porción de fideos, los ingerí con cuidado de no quemarme y mis papilas degustaron un sabor espectacular.

- ¡Esto está exquisito señor! – Sonreí al chef, el cual se puso contento.

- Me alegra que te guste. – Sonrió contento el moreno, derritiéndome con ella.

Comimos en compañía de la señora, nos contó historias de Aizawa de pequeño, sus travesuras de niño y sus problemas de adolescentes. Sentí que esa noche, él y yo llegamos a un nuevo nivel en nuestra relación que no creí que sería posible.

La mujer nos invitó un pequeño postre, una torta hecha con té verde, exquisito.

Al final de la noche nos despedimos de la pareja de ancianos y volvimos al auto.

- Waa Aizawa-San, no creí que conocería tu lado de niño y mucho menos tu lado adolescente problemático. – Bromeé.

- Me alegra que la hayas pasado bien. – Volvió a sonreír. – La noche aún no termina, queda un lugar que quiero que veas.

La pequeña cafetería. (+18) [AizawaShoutaxReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora