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Por fin se acabo el día, guardé mis libros mientras Sal y Larry me esperaban en la puerta.
Sal y Larry llevan siendo mis amigos desde que me mudé a los apartamentos de Addison hace tres meses.
Se acercaba el invierno, lo que significaba nieve y frío. Yo soy inmune al clima frío, pero no se lo he contado a nadie, tampoco planeo hacerlo. En mi ciudad natal, se metían conmigo por eso. Me consideraban un bicho raro, una rarita.
Cuando nos mudamos a Nockfell, decidí no contarle a nadie sobre esto.
Sal, Larry y yo salimos del instituto, encontrándonos con un suelo nevado y un aire extremadamente frío. Solo llevaba una camiseta y jeans rotos, pero los chicos llevaban unos abrigos gruesos para mantenerlos calentitos.
Genial, podrían enterarse de mi secreto no tan flipante.
Entiendo que no es la gran cosa, no es un terrible secreto, lo sé, pero todavía tengo miedo de lo que los demás puedan pensar.
- He estado en cosas peores. -Me encogí de hombros, tratando de sonar convincente. Afortunadamente, no me cuestionaron más y lo dejaron así. Sin embargo, Sal se sintió mal y puso su brazo alrededor de mí para mantenerme caliente, principalmente porque rechacé su suéter. Causando que me sonroje. Este chico es my lindo cuando se lo propone.
Cuando llegamos a los apartamentos Addison fuimos a la casa de Larry. Los chicos hicieron headbanging * al son una canción de Sanity Fall mientras yo dibujaba un par de cosas.
Al igual que Larry, me gustaba el arte. Él Siempre fue como un hermano mayor para mí.
Los chicos dejaron de hacer headbanging* y bajaron el volumen de la música.
-¡Voy a ir a buscar comida, ahora vuelvo! - Larry anunció que salía corriendo de su habitación. Sal saltó de la cama a mi lado. Miró hacia lo que estaba dibujando y comenzó a aplaudir suavemente.
- ¿En serio? - Lo miré juguetonamente, riéndome por lo bajo.
- ¿Qué? ¡Eres realmente buena dibujando! - El exclamó. Me sonrojé por sus palabras.
- No, no lo soy. Ojalá - murmuré.
- Sí, lo eres. Ni siquiera intentes negarlo, ¡No aceptaré ninguna queja! -
Me reí, agradeciéndole. En ese momento, Larry entró con las manos llenas de papas fritas y refrescos. Agarro dos y le paso una a Sally.
