Capítulo 2 (Atomic)

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Llevaba desde el sábado pensando en si ir a verle tocar, lo cierto es que me creaba cierta ilusión el hecho de hacer algo diferente con alguien a quién apenas conocía. Hoy trabajaba de cuatro a nueve y había dedicado el tiempo muerto a limpiar todo el mostrador, Athena (compañera y buena amiga) no dejaba de repetirme que no le gustaban nada esas páginas de citas y yo solo le respondía que no todos podíamos conseguir un Jack tan bueno como el suyo en la vida real, ella solo sonreía y se pavoneaba por cada vez que se hablaba bien de su chico. Pasadas las siete me puse en caja y después de un par de clientes Atomic de Blondie empezó a sonar en mi cabeza mientras le veía acercarse sonriendo al reconocerme, llevaba una básica blanca que le daba luz a la cara y el pelo alborotado, sonreí casi inconscientemente.

— Hola — dije en un tono dulce, incluso demasiado pasteloso para mi gusto —.

— Hola B — dijo con una sonrisa de costado — Qué casualidad —.

Tal vez se me había escapado dónde trabajaba porque a lo mejor me apetecía volver a verle.

— ¿Qué te pongo? —.

Miró al menú que había sobre mi cabeza, detrás de la barra.

— Ponme un americano doble — le restó importancia con la mano —.

— Athena — la miré girándome un poco hacia ella — ¿Puedes ponerle un americano doble y un par de macarons? — le hice un gesto de "es él" con la mirada mientras mantenía una leve sonrisa —.

— Marchando Hudson — se rió un poco y Joe también —.

Volví a girarme hacia él y ya tenía su tarjeta de crédito en la mano.

— Son dos dólares — lo marqué en el datáfono y le sonreí —.

Joe bajó la vista para colocarla sobre el lector y la volvió a levantar solo para mirarme, olía igual de rico que el sábado, amaderado y dulce. Se guardó la cartera en el bolsillo trasero y yo le ofrecí el ticket.

— Nos vemos el sábado, no faltes — se despegó del mostrador — Y gracias por los macarons — asintió — Si tienes tiempo siéntate un rato conmigo — añadió antes de colocarse en la esquina del mostrador para esperar su café —.

Me rasqué el cuello como si me estuviese ahogando del nervio tan tonto que me había entrado y sonreí al siguiente cliente como si estuviese realmente feliz. Athena me dio un golpe en el brazo.

— Le he puesto dos rosas, los que te gustan — alzó sus cejas — Es muy guapo, olvida todo lo que te he estado diciendo antes —.

— Sigue trabajando Athena — le sonreí —.

La cafetería se llenó tanto que no tuve ni un simple segundo para sentarme a su lado y que me contase si yo era por lo que había salido de Queens, si no estaba atendiendo, estaba metiendo tazas en el lavavajillas o reponiendo los azucarillos en sus respectivos botes. Joe se acercó un poco al mostrador para despedirse de mí y le dije adiós con la mano mientras mordía el costado de mi labio.

— ¿Está trabajando o coqueteando? — me dijo una señora bastante mal educada a la que sonreí y atendí seguidamente —.

A las nueve ya estábamos cerrando la persiana y levantando las sillas sobre la mesa para poder fregar el suelo después de barrerlo, esta vez el hilo musical (elegido por mi) era Blondie y no podía dejar de pensar en lo bien que le quedaban esos chinos color tierra que había elegido para llevar hoy, un bonito miércoles de junio.

— ¿Puedes dejar de pensar en tu no-novio y ponerte a fregar? Voy a contar la caja, me quiero ir a casa, Jack me ha preparado lasaña — dijo con retintín —.

— Mi gata y yo cenaremos sobras de ayer — sonreí mona mientras empezaba a fregar —.

— Muérdele la yugular a ese chico el sábado Billie — me dijo en serio —.

Y yo sonreí, luego dejé de hacerlo, no podía fiarme, ni ilusionarme ni ir como una locomotora sin destino.

Chateau x Joe KeeryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora