Strange.
Algo había cambiado en el último tiempo, quizá eran mis constantes sueños con América llamándome su padre, llamándome papá mientras que Tony también lo era, dos niños, Peter y Morgan, nuestros. Era tan confuso y a la vez odiaba esa sensación de no saber distinguir entre mis sueños y mi realidad.
Mis manos marcadas por aquél negro cenizo del darkhold, Wanda en las mismas condiciones y cada vez rescatando menos de la cordura que presentaba en un inicio. Creo que ambos estamos perdiendo más de lo que ganamos.
—¿Dónde está América?—Preguntó ella.
—Dijiste que no usaríamos a América. —Murmuré frustrado sabiendo que no teníamos forma de acabar con ésta sensación dolorosa de volver a verlos.
—Me hiciste leer el libro, estuve mucho tiempo recordándote lo peligroso que sería, no me oíste, pero quiero acabar ya con ésto.
—¿Qué deseas?—Pregunté y Wanda se giró para observarme. Su traje completamente machacado y oscuro.—Dime que deseas.
—Quiero recuperarla.—Dijo ella acariciando la fotografía de su pequeño. Su cabaña escondida y apartada de todos nos había servido de refugio los últimos meses. —Necesito recuperarla, necesito estar con ella y que nuestro pequeño...—Dejó la fotografía en su sitio.—La vea.
—Creí que sólo queríamos verlos...
Una sonrisa maliciosa de formó en mi rostro mientras caminaba hasta el ventanal.
—No es suficiente.—Contestó ella.—No puedo dejarla ir. La necesito.
—Entonces... ¿Aceptas mi trato?
—Lo acepté hace mucho.
Me giré para enfrentarme con el rostro de Wanda. Cansada, y aún así con un aire dulce en la mirada.
—¿Crees que te ha corrompido todo ésto?—Dije tomando su mentón de forma brusca. La pelirroja golpeó mi mano alejándome.
—Ha sido tu culpa, yo sólo soy una madre, Stephen. Una madre que necesita a su familia reunida. No estoy cometiendo un crimen...—Dijo con una sonrisa.—Será... Un alma por un alma... Tal y como me tocó vivirlo.
Sonreí.
—Y en el cálculo del multiverso, eso no es nada.—Susurré. —América está escondiéndose desde que asesinamos a Wong. Pero la encontraremos, tú lo harás. Sé que puedes.
—¿Cómo?
—Averígualo.
Wanda escuchó la voz de su hijo y se dio media vuelta. El pequeño sólo nos quita tiempo.
—Ni se te ocurra volver a mencionar a mi hijo, ni siquiera en tu asquerosa mente, Stephen Strange.—Dijo ella dándose media vuelta.—Mi pequeño queda fuera de ésto.
—No dije nada.—Comenté acariciando aquella imagen del niño.—Es todo un Romanoff.—Murmuré elevando la fotografía.—Idéntico a la mirada felina de su madre.
Wanda me observó fijamente.
—Sí.—Dijo antes de sonreír y alejarse. Ella leyó mi mente. Siempre lo hace.
No me vendrían mal aquellas habilidades, pero lo importante aquí es recuperar a Tony. Ver que tan lejos estamos dispuestos a llegar por amor.
¿Yo por amor? No, yo... Por Tony. No quiero recuperar el norte, quiero recuperar todo lo que alguna vez me arrebataron.
No importa cuantas veces lo diga. En el cálculo del multiverso... Todas las vidas significan nada si las comparo con mi esposo.
Vi al hijo de Wanda bajar las escaleras corriendo. Su cabello pelirrojo y largo se despeinaba mientras Wanda venía tras él.