Delante mío, él. Su barba canosa y sus ojos castaños, mirándome con temor.
—Cielo...—Susurré y él trató de apartarse.
—¿Qué? ¿Qué haces aquí? ¡Tú estás muerto!—Dijo rápidamente. De pronto el sentimiento amargo me inundó el pecho.—¡Steve!
Traté de acercarme nuevamente pero el cabello rubio de Rogers me alertó.
—¿Cariño, estás bien?—Oí y mi corazón se hizo pedazos.
—¡Las pesadillas volvieron!—Dijo espantado.—Tú no eres real...—Susurró intentando no observarme.
—Cariño, soy real... No eran pesadillas. Era...
—¿Qué cojones?—Oí la voz de Rogers frente a ambos.—¿Strange?
—¿También lo ves?—Preguntó Tony con la voz rota. Corrió a esconderse tras Rogers.—Dime que no es real, por favor... No quiero verlo.
Auch...
America quien aún era sostenida bajo la magia de Wanda me observaba en silencio.
—Tony... Soy yo, tu Stephen.—Susurré.—Tuyo y de nadie más. Tu esposo.
—Estoy con Steve.—Contestó rápidamente. —¿Qué... qué le haces a nuestra pequeña? ¿También vas a matarla aquí?—Gritó molesto. —¡¿Acaso allí también dejarás que tu egoísmo te ciegue?!
—Cariño, cálmate...—Susurró Steve y mi sangre hirvió fervientemente. Me acerqué lanzándolo lejos.
—¡Ya basta!—Grité.—¡Estoy haciendo ésto por ti, por nosotros!—Mi voz se quebró.—¡Es nuestra oportunidad de ser felices, Tony! ¡¿Acaso no notas todo lo que he hecho?!
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—¡Destruí kamar–taj! ¡Maté a Wong y estoy dispuesto a matarla a ella por ti!—Grité.—¡¿Qué acaso no lo notas, amor mío?!—Pregunté tomando su mentón con brusquedad. —Eres mío, y voy a cuidar de ti, para siempre. Me pediste que cuide del mundo cuando te fuiste. Mi mundo eres tú, Tony Stark. Únicamente tú, amor mío. Por ti he hecho ésto y haría más, sólo por ti, y para ti, lo que te mereces... Un multiverso destruido con tal de mantenerte a mi lado por siempre.
Él negó levemente.
—No te reconozco.
—¡Soy tu esposo!
—Yo soy su esposo.—Dijo Steve levantándose y caminando hacía mí dispuesto a pelear.
Su escudo rozó la madera junto a mi rostro. Negué levemente.
—No te atrevas a cruzarte en mi camino, Steven Rogers.
—Podría hacer ésto todo el día.—Contestó él con una sonrisa engreída que jamás creí ver en el capitán. Mi mandíbula se tensó y tomé su escudo devolviéndolo a su dueño. Le golpeó el rostro, lo que me hizo sonreír.—Acabaré contigo si no te alejas de Tony.
Alejé a Tony con rapidez y Steve se acercó para tratar de golpearme. Lo empujé rápidamente contra unos cristales del ventanal del taller de mi esposo y traté de desorientarlo con reflejos. Él pareció marearse, pero eso no fue suficiente para mí.
Lo elevé para luego golpearlo de formas repetidas contra los muros y lograr que atraviese las paredes cristalinas del taller.
—¡Intenta defenderte todo el día, Rogers!—Grité y Tony trató de ir en su ayuda. Lancé a Tony contra un mesón, su cabeza se golpeó contra éste y me detuve. Rogers comenzó a quejarse.
Uno de los cristales se había clavado en el costado de su abdomen. Levanté la mirada, Tony quien sangraba por la cabeza me observó.
Sus ojos me decían algo, me juzgaban, palpó la zona en cuestión.
—Te curaré, cielo.—Dije rápidamente y me acerqué para tocar su frente y curarlo en cuestión de segundos. Él me apartó luego de eso.—Tony, se consciente.
—Esa frase usaste antes de obligarme a entregarte la gema del tiempo, estás muerto por siempre querer ser el jodido jefe controlador de todo, como ahora. Tu egoísmo te está cegando.—Contestó con un nudo en la garganta.—Seguí con mi vida luego de cinco largos años de terapia en no superar tu estúpida muerte, Stephen. Por favor, déjame descansar de ti y tu egoísmo.
—¿De qué hablas? Hice ésto por ambos. Es lo que habríamos querido.
—Estoy seguro de que yo no me enamoraría de éste Strange... No me gusta tu faceta de siniestro.
Dolió.
—Tony. No digas eso.
—Yo no te amo, y seguramente el otro yo... Tampoco lo habría hecho.
Cuando logré entrar en razón de todo lo que había hecho para llegar hasta aquí, no pude evitar que la culpa me consumiera, noté todo el temor y angustia en aquellos ojos cafés que alguna vez juré proteger... Pero no podía protegerlo de mi mismo. No pude hacerlo.
—Lo siento tanto...—Susurré antes de retroceder unos pasos y verlo acercarse corriendo a Rogers quien sangraba desde un costado.—No quise...
—Si alguna vez me amaste en serio... No lastimes a más personas, Stephen. No es lo que yo habría querido.
Me aparté destrozado, cayendo de rodillas. Wanda quien parecía haber visto un fantasma en cuanto Natasha Romanoff aparecía delante nuestro, dejó caer a America al suelo. Volví la mirada a Tony, pero America había cerrado aquél encuentro entre ambos.
No pude decirle, todo lo que lo amaba, y todo lo que lo amo... No pude... Fui un idiota, arruiné todo. Arruino cada cosa que toco, así como lo he arruinado en cada universo junto a Tony. Jamás seremos felices.
—Brujita...—Susurró.—¿Qué te pasa?
Observé a las pelirrojas.
Wanda intentó acercarse sin oportunidad alguna. Estaba bloqueado para ella. De pronto otra Wanda aparecía delante nuestro con un test de embarazo en sus manos.
—¡Positivo! ¡Vas a ser madre otra vez!—Dijo rápidamente.
—¡¿Otro bodoque?! ¿¡Uno nuestro?!—Preguntó y la pelirroja más pequeña asintió. Una Natasha de cabello corto y rojizo la tomó por los muslos rápidamente. Wanda cayó de rodillas viendo la escena delante nuestro.
—¿Quiénes son?—Susurró.
—Ambas madres de tres niños a los que adoptaron, van a tener otro pequeño.—Dijo America quien a duras penas se recuperaba de la presión que ejercimos en su tráquea. —Decidieron ampliar la familia...
Wanda sonrió y comenzó a sollozar observando el suelo.
—¿Por qué ellas sí?—Preguntó en un susurro.
—Porque ustedes siempre están destinadas, Wanda.—Confesó America.—Incluso aquí.
La amargura se apoderó de mí, ese egoísmo del ser humano estaba allí, presente en mi dolor. No puedo verla ser feliz y reunirse con Natasha nuevamente, no quiero ser el único que está solo.
No quiero sufrir más.
—Gracias...—Susurró cortando las cadenas de America.
Tragué saliva. Me convertí en el antagonista de mi propia historia, y creí que era lo correcto, creí que merecía arrebatarle la vida a alguien que... No merecía.
Tony merece ser feliz, y aparentemente yo jamás podré hacerlo feliz, en ningún universo. Siempre seré el causante de cada una de sus desafortunadas paradas y destinos. No me merezco nada de él. Él merece estar libre de mí.
Éste mundo merece estar libre de mí. Ya sé que decisión debo tomar. Lo haré por el bien de todos, haré lo que le he prometido.
Proteger al mundo.