6-Dos puntos negros en un fondo blanco

12 0 0
                                    

GONZALO                                                    

Subí las escaleras y me encerré en el baño. Dejé la cámara y la miré. No me gustaba que alguien hubiese visto alguna foto, no me gustaba como me había mirado Carolina con su mirada intensa, como si hubiese entendido lo que expresaban las fotos, no me gustaba mi actitud, no me gustaba yo, no me gustaba nada. 

Abrí el grifo y metí toda la cabeza cuando empezó a salir el agua fría, me lavé la cara y los dientes y luego me metí en la cama, pero no duré nada porque ya sabía que no me iba a dormir. Me asomé a la ventana y me puse a contar las estrellas. Estábamos en un lugar tan limpio que era muy fácil verlas. Me pregunté cómo sería sentirse tan acompañado como las miles de estrellas que había en el cielo. Borré rápido ese pensamiento y me volví a meter en la cama porque realmente no quería volver a sentir esa sensación. Aunque no me dormí, no volví a pensar en nada.

Me sonó el despertador minutos después de que hubiese conseguido dormirme y habiendo pasado casi toda la noche en vela, bajé para llevar a mis hermanas al instituto. Mi padre ya estaba en la cocina preparándose un café. Le saludé y sin tomar nada cogí las llaves de mi furgoneta y corrí hacia ella. Allí ya estaban mis hermanas esperando.

-Dios mío, Gonzalo tienes que dormir algo-me dijo preocupada Lucía. No necesitaba mirarme al espejo para saber que tenía unas ojeras muy grandes.

-Si ya duermo lo suficiente-mentí, pero ninguna de las dos se lo iban a creer-.Venga ya Lucía no pasa nada por no dormir tus nueve horas diarias. Cuando Celia tiene un partido tampoco duerme casi nada el día de antes y nadie le dice nada.

-Pero porque Celia luego cuando llega del partido se queda dormida casi un día entero-replicó Lucía lo que produjo que nos metiésemos en una discusión como todas las mañanas. Hasta que Celia pegó un grito que nos dejó a los dos en silencio.

-¡PARAD!.

-Perdón no sabía que te molestaba tanto-dije disculpándome por las "discusiones" que teníamos Lucía y yo.

-No no, que pares la furgoneta. ¿Esa no es Carol?-preguntó mientras yo frenaba y Lucía y Celia se sujetaban para no chocarse con el asiento de delante. Miramos los tres por la ventana y vimos como pasaba por nuestro lado Carolina. Tenía su media melena castaña recogida en dos trenzas despeinadas y sus mejillas tirando a rosas por la marca de la almohada.

No me preguntéis ni el porqué, pero seguimos los tres pegados a la ventana mirándola muy fijamente. De repente vi como sus hombros se tensarom y giró lentamente la cabeza mirando a mi furgoneta y a nosotros y aceleraba el paso. Vale, eso no me lo esperaba, ¿tan mala impresión le habíamos causado?. Celia y yo nos miramos extrañados por su comportamiento hasta que Lucía, al parecer la inteligente de la familia, habló.

-No es por fastidiar este momento tan bonito con mis queridos hermanos, pero creo que mirarla tan fijamente desde una furgoneta negra es un poco de...acosadores.

Cuando nos dimos cuenta nos pusimos rectos todos en nuestro asiento. Ya era la segunda vez que parecía un acosador delante de ella. No sé por qué me molestaba tanto que pudiese tener una mala impresión de mí, teniendo en cuenta que esa es la impresión que tenía todo el mundo, menos cinco personas contadas, sobre mi. Pero ella no sabía nada, no me podía odiar tan pronto.

Nos quedamos ahí sentados como tres imbéciles mirando como Carolina se alejaba, hasta que por fin Celia sacó la cabeza por la ventana y gritó su nombre. Vi como ella se tensó aun más y cuando giró la cabeza tenía una cara tan asustada que hasta me sacó una sonrisa. Solo pude pensar en que ojalá tuviera la cámara a mano para poder sacarle una foto en ese momento. ¡Era lo justo! ella me había visto con el pelo hecho un desastre y con un pijama de los minions y no se había cortado ni un pelo cuando se rió de mi. Ahora era mi turno, pero no tuve mucho tiempo porque su cara cambió completamente cuando nos reconoció.

Nuestro trozo de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora