3-Retrocedes para aprender a avanzar

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GONZALO                                     

Eran las seis de la mañana de un sábado. Lo lógico habría sido quedarse hasta las doce en la cama aprovechando que ese día no tenía que madrugar para ir a clase, pero hacía ya mucho tiempo desde que yo tenía la capacidad para pasarme el día durmiendo. Era irónico ya que ahora no era capaz ni de dormir dos horas seguidas sin despertarme sudando y temblando.

Esa noche no había sido diferente a las del último año pero un sueño que acababa de tener me había hecho replantearme mi vida y lo que estaba haciendo con ella. Me daba miedo  volver a ser mi yo de antes, pero me asustaba aún más estar desperdiciando mi vida cuando había personas que la habían perdido luchando por conservarla.

Así que ese día decidí dar un paso hacia delante, porque estaba harto de quedarme en casa sin hacer nada, harto de haber dejado todo lo que me gustaba hacer atrás.

Miré el cielo y por los colores más claros de azul que iban apareciendo a lo lejos supe que quedaba menos de treinta minutos para que empezase el amanecer y que el de este día iba a ser uno muy bonito. Cogí la cámara de fotos, eso sí cogí la nueva que mi padre me había regalado hacía unos meses porque la vieja estaba llena de recuerdos, recuerdos que tenía guardados muy dentro de mí para volver a sacarlos, eso si que no lo soportaría.

Agarré la primera sudadera que tenía a mano y me la puse por encima del pijama. No me dio ni tiempo a peinarme porque el bus que me iba a llevar a la montaña pasaba en tres minutos y si perdía ese no iba a llegar a ver el atardecer. Salí corriendo de casa sin avisar a nadie, total cuando llegase aún sería bastante temprano para que mi padre o mis hermanas se hubiesen despertado. Bajé toda la cuesta de mi jardín que daba a la carretera corriendo, debía de tener unas pintas terribles. Pero a pesar de la velocidad a la que corrí no llegué a tiempo para coger el autobús. Maldije en voz baja y me apoyé en un árbol porque aunque nunca lo admitiría bajar esa cuesta me había agotado. Ahí me di cuenta de que debía de salir más a correr.

Cuando me recuperé de esa carrera pensé en volver a casa y dejar la cámara olvidada como ha estado este último año. Por eso no entendí el sentimiento que estaba empezando a notar. ¿Nostalgia? ¿Cansancio? Tal vez era...

Frené mis pensamientos cuando me dí cuenta de que me había quedado mirando muy fijamente a la carretera y que en la mitad había una chica parada mirándome incómoda. Miré a otro lado porque no quería que pensase que era un acosador. Pero cuando miré de nuevo a la calle para decidir que hacer, ella seguía mirándome muy fijamente y con una sonrisa en toda la cara. Le aguanté la mirada confuso intentando recordar si la conocía pero era difícil fijarse en algo más que no fuesen sus ojos tan intensos. Nos quedamos como dos imbéciles mirándonos fijamente hasta que ella soltó una carcajada. Confuso me acerqué a ella.

-¿Te conozco?-pregunté sin poder apartar mi mirada de sus ojos, eran los ojos más bonitos que había visto nunca. No sabría decir de qué tono de azul eran porque parecía que era una mezcla de todos. Por abajo muy claros, como un mar cristalino que se iba oscureciendo alrededor de la pupila.

-Sería raro-contestó ella riéndose en toda mi cara-porque yo no te he visto en mi vida.

-Pues es un poco de acosadora el quedarse mirando fijamente a un desconocido.

-Puede ser, pero para algo que me parece divertido en todo este pueblucho no iba a apartar la mirada tan rápido sin memorizarlo-contestó ella sin dejar de mirarme, algo que me estaba empezando a poner nervioso. No estaba seguro de dónde venía pero sé por el acento que no era de aquí, además ningún Asturiano hubiese llamado nunca "pueblucho" a un pueblo tan bonito como este, eso sí que me había ofendido bastante.

Nuestro trozo de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora