2-¿Las imperfecciones no son perfectas?

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CAROLINA                                                                                                                

Me quedé en el medio del salón congelada. Aún podía ver desde mi posición la perfecta y enorme puerta cerrada, aún podía oír a lo lejos la risa de mi tío, aún podía oler el asqueroso perfume de mi tía. Pero por otra parte no oía nada, no veía nada porque estaba sola, completamente sola.

Tenía que hacer algo así que cogí mis cajas que aún seguían en el jardín y las fui subiendo una a una a mi nuevo cuarto. Era el típico cuarto que las típicas chicas ricas de películas tenían. Era enorme, como tres veces más grande que mi anterior cuarto. Sé que cualquier persona habría soñado por tener un cuarto así, yo misma lo había hecho, pero ¿De qué me servía tanto espacio, si no lo notaba como mío?.

Abrí la primera caja y era la de todos mis posters. Fui sacando todos y cada vez que veía uno una lágrima luchaba por salir. Ahí estaban todos los posters de los Beatles, los de U2, de canciones que me hacían sentir de todo cuando las escuchaba como: Falling In Love de Cigarettes After Sex o Atlantis de Seafret. Puede que fuese una tontería pero cada vez que sacaba algo de una caja eran recuerdos de mi vida en Madrid y me rompía cada vez un poco más.

Llegó un momento en que las lágrimas que tanto luchaba por guardarme salieron deslizándose como gotitas de lluvia. Ese era el primer aviso antes de la tormenta. Así que dejé todo, me tumbé en la cama y permití romperme un poco más de lo que ya estaba. Lloré y lloré durante muchísimo tiempo. Los ojos me escocían pero era mejor sentir ese dolor físico al interior que llevaba soportando años. Me obligué a dejar de llorar cuando mi móvil empezó a sonar y vi el nombre de mi madre en la pantalla. Me aclaré la garganta y me limpié las lágrimas antes de coger la llamada, como si mi madre fuese capaz de ver mi cara a cuatrocientos kilómetros de distancia. 

-Hola mamá-respondí a la llamada con una voz más aguda de lo que pretendía.

-¿Qué te pasa?, ¿Estás bien?, ¿Has llegado bien a casa de tus tíos? CAROLINA FRIERA LÓPEZ CONTÉSTAME YA O...

-Mamá estoy bien-puse una mueca de cansancio mientras me levantaba de la cama.

-Que difícil es hablar con los adolescentes por llamada-suspiró-os cuesta mucho más hablar que cara a cara y mira que eso ya es difícil.

Bueno tal vez si no me hubiese mandado a Asturias ahora podría estar hablando con ella cara a cara. Pero no le respondí eso porque por mucho que me cabreaba estar aquí dentro, sabía que ella no tenía la culpa.

-No es que sea difícil, es que ahora mismo estoy agotada y lo último que me apetece es hablar, buenas noches y dale un beso de mi parte a papá-me despedí y segundos después colgué porque ya volvía a notar más lágrimas correr por mi mejilla.

Intenté evitar derrumbarme otra vez poniéndome música, pero el universo no estaba de mi parte porque cuando empezaron a sonar los primeros acordes de  yesterday de los Beatles sabía que eso solo iba a hacer que pensase en el ayer. En el pasado. Y lo peor de todo es que detestaba mi pasado y aún así preferiría vivirlo otras cien veces más antes de tener que vivir el incierto futuro que me esperaba.

Me daba mucho miedo el paso del tiempo o lo que sería de mi dentro de cinco años. Si seguiría sintiéndome tan sola y todo apostaba a que eso era justo lo que me esperaba.

Me gustaba estar sola. Me había acostumbrado a estarlo, pero no sobreviviría más de dos semanas sin estar en contacto con alguien que no fuese alguien del instituto al que me habían apuntado, en el cual empezaría dentro de tres días a comienzo del tercer trimestre.

Intenté despejar la mente mientras daba vueltas por toda la habitación. Había cerrado la puerta aún sabiendo que estaba sola, solía hacer eso porque me sentía más segura. Pero me estaba quedando sin aire y cada vez notaba que las paredes se iban haciendo más pequeñas intentando dejarme encerrada. Corrí hacia la puerta y la abrí lo más rápido que pude. No sentí ningún cambio bueno, solo noté como me iba ahogando cada vez más. Tenía que ir hacia la ventana pero cada vez me costaba respirar más. Me arranqué la camiseta de mi cuerpo y lentamente me acerqué a la ventana y la abrí de golpe. Descubrí que la ventana tenía una pequeña plataforma. Me senté en ella, seguía en sujetador pero eso me daba exactamente igual. En este momento lo único importante era recuperar el control de mi cuerpo. Tenía que hacerlo porque no podía volver a soportar que el pánico y la ansiedad se volviesen a meter dentro de mi. Yo tenía el control sobre mi cuerpo, no ellos. Dejé de pensar en todo y gracias a la brisa que me movía el pelo y me enfriaba el cuello, a la preciosa luz que reflejaba la luna esta noche y al no querer volver a sentir está sensación de angustia fui notando que volvía a ser fácil conseguir aire. 

Una vez que ya volví a ser yo, me puse mis cascos, agarré mi pequeña libreta y saqué el bolígrafo que siempre guardaba en mi bolsillo. Me volví a sentar en la ventana y relajándome dejé a mi mano en libertad para que pasase por el papel. Hice lo que se me daba bien, dejarme llevar. Garabateé un cuerpo desnudo y escribí el pensamiento que tengo de lo fácil que es desnudar tu cuerpo y de lo difícil que es desnudar tu alma y luego seguí con la luna, la luna que a todos les gusta ver, la que alumbra la noche, la que sustituye al sol, la madre de las estrellas, la que va cambiando día a día, la que deja ver su reflejo, la que tiene muchas imperfecciones pero aún así para mucha gente es perfecta.

La luna a la que tanto me quería parecer.

Nuestro trozo de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora