Somos tan diferentes aunque jodidamente encajábamos. Sus labios y los míos bailaban con un sutil rose, entonces comenzaba un show, donde no pretendía quedarme. sin embargo cada bendito segundo era pura adicción.
Ellos se funden en el fuego de sus besos como aquel pecado el cual no podemos saltar por el hecho de que es su mayor adicción y prefieren arder por la eternidad.