Caso 001: La Misteriosa Muerte de Micaela Gómez.

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Villas de Costín, San Tlán de los Cantos,México.

En octubre 17 del 1992, la familia Gómez Vélez tuvo a su primogénita hija, la cual nació sana y fue nombrada por su abuela paterna Micaela Garza.

Nació alrededor de la media noche antes de que empezará una tormenta y comenzó a llorar apenas al salir.

Cuando las enfermeras la llevaron a limpiar sonaba en la radio el noticiero "Hechos Reales" que tenía al presentador Jorge Gutiérrez hablando sobre la desaparición de los tres estudiantes del Colegio Salvador que desaparecieron hace una semana al volver tarde de la práctica de fútbol en su colegio. Sus amigos afirmaron haberlos visto irse por el camino de siempre y desaparecer entre la neblina. Cualquier detalle más no pudo ser escuchado por las demás enfermeras porque la jefa del área cambio el canal a uno de música en donde sonaba "Cruz de Navajas" de Mecano.

Fue una niña normal, una promedio como la mayoría les dice a los niños que crecen en un lugar económicamente estable, con una familia tradicional, un perro, unos cuantos amigos, notas regulares y un amigo imaginario.

""Se llamaba "Mancha". Es como una mancha que me sigue a todos lados. Nunca habla. Creo que no puede, nunca le he visto una boca o unos ojos" le había dicho a su madre a la edad de cuatro años.

Su madre pensaba que era normal, es decir, la mayoría de gente había tenido amigos imaginarios. Muchos decían que los creaban para llenar la ausencia de alguien, un ejemplo ahí podría ser un hermano que Micaela quería, pero su madre nunca pudo tener debido a complicaciones con algo llamado "biomas".

A la edad de siete, Micaela les contaba a sus padres sobre una mujer que veía en sus sueños. Tenía el cabello corto negro, usaba ropa ajustada extraña para ella y tenía un hijo. Les contaba con lujo de detalles sobre la vida de esta mujer, como la casa de dos pisos de paredes blancas y techo rojo; las lentejas que comía casi siempre; el pastel de betún con piña que hacía para su pequeño, que tenía tres años; y sobre que ella siempre estaba asustada de algo.

Sus padres estaban desconcertados y preocupados sobre esos sueños, pensaban que podía ser la televisión, así que se la quitaron y pareció funcionar hasta que un mes después se despertaron tras un grito de la niña.

Micaela se sentía orgullosa de poder dormir sin lámpara de mesa a diferencia de sus amigos, sin embargo, después de esa noche no podía dormir si la lámpara no estaba encendida.

La pequeña de diez años mojaba la cama, tenía que dormir a veces en la cama de sus padres y estaba aterrada de la oscuridad porque decía que "Aquello" estaba ahí. Mancha había pasado de un amigo imaginario a algo desconocido y siniestro que Micaela evitaba a toda costa.

Fue medicada con calmantes que la sedaban y la hacían dormir demasiado, al punto de que hasta en el colegio se golpeaba con cosas al estar distraída o adormilada. Eso mismo hizo que sus calificaciones bajaran, pero también había detenido el soñar esas cosas y sentir que aquello la perseguía a todos lados en la oscuridad que existía. Sin embargo, muy dentro de ella sentía que seguía soñando sobre la madre soltera, solo que ahora ya no recordaba al despertar y que aquello seguía a su lado y ahora al estar adormilada no podía verlo.

Micaela creció como una rara antisocial que cargaba consigo lámparas y medicamentos. Al no tener buenas notas no pudo graduarse de preparatoria y termino trabajando como cajera en una tienda de comestibles. Y al morir su padre de cáncer de pulmones al fumar mucho, entró en depresión y dejo de ir a trabajar, fue a bares a emborracharse y acostarse con extraños y extrañas, y dejo de tomar su medicación.

Poco a poco, mientras se veía al espejo, se daba cuenta de que la mujer de la que tanto soñaba era ella misma en el futuro y condenada a un destino en donde tendría un hijo y a aquello, persiguiéndola todavía, decidió afrontarlo. A dejar de tenerle miedo.

Lo volvió a llamar Mancha, porque ponerle un nombre lo hacía menos tenebroso.

La primera vez que lo volvió a ver fue después de unos siete meses en que el medicamento se fue completamente de su sistema. Estaba con un chico en la cama encima de ella diciendo cosas que ella no tenía interés en escuchar y lo vio, cerca de la televisión, encima del mueble.

La cosa sobre Mancha era que no era algo que pudieras ver completamente. Era una sombra alta, pero sin figura. Podía ser la sombra de una lámpara o de una silla, pero ninguna de esas cosas pertenencia. Era una sombra sin representación, sin objeto, sin nada que pudiera sombrear.

Daba una sensación por sí solo de que no pertenencia, de algo fuera de lugar, de distorsión y desasocio. Te hacía sentir nauseabundo.

Micaela podía describir lo que sentía con la sensación de salir de tu habitación para ir al baño y tener que cruzar un pasillo oscuro a toda velocidad porque sientes que algo está detrás de ti y te atrapará, excepto que para ella si había algo que la seguía y podía atraparla.

Había distancia, nunca dejaba que estuviera tan cerca de ella o que la atrapará. No sabía que pasaría si Mancha la atrapaba, pero no quería descubrirlo y mucho menos ahora que había resultado embarazada.

Cambio de nuevo su vida por su bebé, consiguió su antiguo trabajo y ahorro lo suficiente para comprarse la casa de sus sueños literalmente. Era la casa de paredes blancas y techo rojo. Cada detalle que recordaba estaba ahí. Incluso las lentejas estaban ahí debido a que se las daban del trabajo al ser el producto que casi no se vendía. Lentejas enlatadas.

Y el pastel de betún con piña era una receta de su tía Lulú que le pasó y termino encantándole a Dante, el hijo de sus sueños de lentes de carcaza roja y cabello chino.

Antes se negaba a quedar embarazada. Tener a Mancha era suficiente fastidio para su vida como para tener a un niño a todos lados. Incluso pensó en no tenerlo, pero al final, el destino hizo de las suyas y Dante nació.

Sintió un alivio al saber que Dante no podía ver a Mancha y que Mancha no sentía atracción por acercarse a su hijo, lo que significaba que Mancha la quería a ella. Solamente a ella.

De todas formas, dejaba encendida su lámpara todas las noches y le decía que lo amaba por si esa noche Mancha la atrapaba.

Le había contado a Dante. Tal vez estaba mal en habérselo dicho a un niño de cuatro años, pero quería que él no le tuviera miedo a las cosas como ella solía hacerlo a su edad.

"La Mancha vendrá por nosotros. Vendrá por cada uno de nosotros. Nos persigue. Y no podemos detenerla de que nos siga a todos lados e intente agarrarnos. Lo único que debemos hacer es pelear lo más que podamos y no tener miedo de la oscuridad" le había dicho Micaela a Dante, el pequeño adormilado asintió y se volvió a acostar.

Esa noche Micaela durmió abrazada a su hijo y le prometió que jamás dejaría que nada malo le pasará.

Meses después un transformador explotó y hubo todo un apagón por San Tlán.

Micaela fue atrapada por Mancha. Sin embargo, todos escucharon su grito en la casa de Choco, una adolescente de la Academia Señora de Lindavista que se encontraba organizando una fiesta de Halloween en la casa de su padre, el cual se encontraba de viaje con su nuevo novio.

Cuando la luz se fue se escuchó su grito. Y cuando las luces regresaron, Micaela Gómez yacía al final de las escaleras muerta, con el cuello roto y el cráneo abierto, dejando salir un charco de sangre. Había muerto con el rostro espantado como si hubiera visto el cuerpo que proyectaba la sombra.

Su muerte fue lo más extraño debido a que nadie la vio entrar a la fiesta o subir las escaleras, de hecho, su hijo fue entrevistado por la policía antes de ser llevado a Servicios Sociales y afirmaba que su madre había estado a su lado viendo un programa de televisión cuando el apagón sucedió.

Otra extrañeza de ese día es que para unas personas el apagón duró apenas tres minutos, pero para cinco chicos cubiertos de sudor, tierra, falta de aire y una marca en su cuerpo duró dos horas. Debido a que de un momento a otro la gente en la ciudad se evaporó, quedando solo ellos cinco.

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