Heat

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En un día como ese a Sana le gusta recordar cómo comenzó todo.

Como de un torpe accidente producto de su pobre habilidad culinaria, un platillo quemado y una falsa alarma de incendios, pudo conocer a la que ahora llama el amor de su vida.

A esa alfa de hebras pelinegras, rebeldes y un poco difíciles de domar, donde sus dedos adoran enredarse cuando se besan o simplemente para dejar un par de caricias mañaneras que hacen a la mayor despertarse del mejor humor para ir a trabajar. Con esos ojitos que al mirarla le transmiten el más puro de los amores, portadora de unos labios que al roce de los propios desata un sinfín de sensaciones, agitando su corazón y haciendo que las dichosas mariposas en el estómago hagan su aparición.

Todo ese tiempo que pasaron entre coqueteos discretos, halagos graciosos y algo torpes, encuentros no planeados y citas que surgieron luego de que la atracción mutua era demasiada como para seguir permaneciendo bajo las sombras.

La primera mirada, el primer contacto entre sus manos, cuando al fin pudo darle nombre a ese apuesto rostro, cuando sus labios se encontraron, la primera vez que durmieron juntas, cada precioso y hermoso momento vivido junto a Mina lo atesoraba en lo más profundo de su alma.

Su loba aullaba y le decía que ella era la indicada, que nadie más que aquella bombera era la correcta para ser su pareja, su compañera, esa persona con la que envejecería y estaría todo el tiempo que la vida le permitiera.

Con el pasar de los meses, las semanas y los días, mayor era el amor que profesaba hacia la alfa, y mayor eran las ansias de su corazón por pertenecer completamente a ella.

Volverse una, compartir un lazo, una unión más fuerte que el propio destino, una promesa de amor que duraría hasta la pérdida de la consciencia eterna.

Por ello, en un día como ese, cuando su celo dominaba su cuerpo y la envolvía en un oleaje de calor intenso, que le hacía retorcerse y sollozar por el contacto de piel contra piel, de manos escurridizas acariciando cada centímetro de su anatomía, no podía pensar en otra cosa más allá de lo mucho que deseaba ser tomada por la alfa con la que llevaba saliendo por casi dos años, y después de tanto, ser marcada como su omega.

No podía esperar, no podía aguardar ni un segundo más.

En cuanto la puerta de la habitación se abrió, sus orbes cafés fueron a parar en la figura de la mayor, quien se aproximaba rápidamente a ella, tomando asiento en el borde de la cama con un vaso de agua en su mano y una pastilla en la otra.

—Aquí, amor. Te traje los supresores que me dijiste la última vez, tómalos— habló algo acelerado, nerviosa por la situación, incluso ella misma acalorada por ver a la menor en aquel estado, reprimiendo cada instinto que amenazaba con dominarla.

Pero Sana ya no quería eso, no quería que la adversa se revelara solo porque hace unos cuantos meses se llevaron el susto de creer que la omega estaba embarazada debido a un condón roto en medio del celo de Mina. De no haber sido porque Sana había recordado tomar como siempre la pastilla del día después, quizás ahora un pequeño estaría en sus vidas.

Fue un susto que hizo a la alfa ser más cuidadosa con respecto al tema sexual, asegurando que no había nada más que deseara que formar una familia con la castaña, pero que sin embargo aún Sana seguía teniendo 21 años y no quería que su carrera universitaria se viera interrumpida. Tal consideración le pareció muy dulce, así que aceptó sus condiciones.

No obstante, su decisión había cambiado.

Tomó el vaso de la mano de la contraria y la dejó sobre la mesita de noche, incluyendo la pastilla, y tiró de la azabache de modo que cayó sobre su cuerpo. Instantáneamente un jadeo bajo emergió de su garganta y la mayor cerró sus ojos, tragando un poco, sintiéndose susceptible ante el delicioso aroma que el cuello de la menor emanaba.

—M-Mina...Por favor— susurró, llevando sus dedos a rozar de forma ligera las mejillas de la mencionada, haciendo que un escalofrío lo recorra de la cabeza a los pies, sus ojos encontrándose de nuevo.

—Sana, ¿estás-

—Quiero llevar tu marca, alfa— no dejó a la ajena terminar, y en su lugar dijo en voz alta su más sincero deseo.

Palabras suficientes para que todo el autocontrol de la mujer se fuese a la mismísima mierda, abalanzándose sobre los labios de la omega. Un choque lleno de sentimientos y cargado de pasión se llevó a cabo y las prendas pronto se hicieron molestas para el par.

Los gemidos y murmuros lujuriosos llenaron las cuatro paredes de la habitación que ambas compartían. Los "Te amo" en medio de cada caricia no faltaron, y cuando Sana notó que la alfa se había puesto entre sus piernas, recorriendo con sus belfos su cuerpo desnudo, justo allí, no podía pensar en lo muy agradecida que estaba con los acontecimientos, ya que por ellos, quizás hubiera tardado un poco más en encontrar a su pareja destinada.

Porque en días como ese, a Sana le gustaba pensar que si no hubiese sido por un pay de manzana quemado, en otro tiempo, en otras circunstancias, Mina y ella se hubieran enamorado de todas maneras.

Aunque, siendo sinceras, no podría haber elegido un comienzo de historia más divertido.

Y no lo cambiaría por nada.

Fin.

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Quedan 3 capítulos extra.

Firewoman [Adaptación 2na]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora