CAPÍTULO CUATRO

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—Lucía —entra la encargada de la tienda —ya han llegado el pedido.

—Por fin —me levanto de la silla y voy hacia la planta de abajo para ver varias cajas en el suelo —debo confesar que estoy nerviosa.

—Yo también, jefa —me sonríe.

—Vamos al lío —me acerco —¿alguien tiene unas tijeras?

—Sí, yo —me lo pasa una de las dependientas.

Con mucho cuidado, abro una de las cajas y saco la primera prenda que veo. Es una camisa malva con estampados de lunares de la misma tonalidad, pero más oscuro y automáticamente, analizo la calidad de la confección.

No pienso vender nada que no crea que su calidad lo valga. Miro cada detalle y sinceramente, considero que la confección es increíble y de primera calidad.

Saco la siguiente prenda que veo y la analizo también. No veo nada malo y me quedo un poco más tranquila porque estamos a viernes y si no llegaba hoy, no tendría mercancías para el lunes.

—Analizad cada prenda, si veis cualquier tara, mancha o fallo, me lo comunicáis —ordeno —si está todo perfecto, planchadla y podremos venderla —digo un poco más alegre.

—Perfecto, si no nos da tiempo, podemos quedarnos más tiempo —sugiere la encargada.

—No, cumplid vuestras horas y si no os da tiempo, no pasa nada.

—Perfecto.

—Vuelvo al despacho —me despido de ellos.

Me siento tras el escritorio y lo primero que hago, es mandarle un correo para agradecerle la velocidad del envío y lo primero que he visto, me ha parecido que era de la calidad que solicitaba.

Al darle a enviar, vuelvo con el trabajo pendiente. Contabilizo todos los gastos e ingresos y además, tengo que actualizar el inventario una vez que se registre las prendas y comprobemos que está todo lo encargado.

Miro el reloj y ya son las ocho y media de la tarde, hora del cierre, aunque yo continúo un poco más para acabar lo pendiente y no tener que reorganizarme mañana.         
Sobre las diez menos cuarto, salgo de la tienda casi corriendo porque he quedado con Marcos a las diez y ya llego tarde.

Esta vez vengo preparada, llevo una falda de tabla con un jersey para no quedarme prácticamente desnuda en su casa.

Debo confesar que me inquieta un poco estar en su casa para que me trate, aunque no tiene nada de malo, pero después de la última vez, me pone un poco nerviosa.

Aparco en frente de su edificio y salgo del coche con paso decisivo. Ya llego diez minutos tarde, no es mucho, así que no se queje.
El conserje me abre la puerta y le saludo con una sonrisa. En el ascensor, le mando un mensaje informándole de que estoy subiendo.

No me contesta a pesar de que mientras lo escribía, estaba en línea. Salgo del ascensor y voy hacia su puerta, todo el timbre y espero a que me abra. Pasan varios segundos y no lo hace, vuelvo a tocar y nada.

¿No está en casa?  
Le mato.

Estoy por irme justo en el momento que se abre la puerta y aparece con esa sonrisa que tantas ganas tengo de borrársela.

—Pasa —me invita y gruño como respuesta.

Entro y veo que todo está prácticamente igual, nada ha cambiado. He venido en muy pocas ocasiones y siempre estaba Carla conmigo, es más, aún vivía su hermano con él.

Dejo el bolso en el sofá y no sé qué hacer, ni dónde ponerme.

—¿Dónde lo haremos?

—¿Quieres tomar algo? —me ofrece educadamente.

Todos los te quiero que no me atrevo a decir (Saga TE QUIERO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora