xxvii. No es justo

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16 de octubre de 1977

No me podía creer lo rápido que pasaba el tiempo. Ya estábamos en nuestro último año de Hogwarts, y no estaba preparada para acabar. Hogwarts era mi casa, el sitio donde conocí a mi familia y no quería despedirme de los mejores años de mi vida. No quería irme porque tendría que salir al mundo real, un mundo en guerra, un mundo en el cual se van a perder miles de vidas inocentes. Todavía éramos muy jóvenes para enfrentarnos a eso, no podríamos vivir nuestra vida cómodamente porque una guerra estaba fuera del castillo y es eso lo que me preocupa.

Sirius y yo seguíamos juntos, éramos muy felices y a pesar de tener nuestras pequeñas discusiones siempre lo arreglábamos. Él estaba haciendo que mis días no fuesen tan grises, puede que sonase algo cursi, pero él era la razón por la que sonreía. Siempre hacía cualquier tontería o con sus chistes malos, pero sabía cómo sacarme una sonrisa y eso es lo que más me gustaba de él. Ha estado apoyándome todo este tiempo y nunca se ha separado de mí, aunque yo no esté de humor y no quiera ver a nadie él está ahí, aunque mi mundo se esté cayendo a pedazos él estaba ahí para reconstruirlo.

James y Leah seguían juntos también, estaba muy feliz por ellos, se completaban el uno al otro y aunque estuvieran separados siempre se volvían a reencontrar. Marlene y Mérope son muy felices al igual que Lea y Lily, siguen juntas soportando algunos comentarios. Mary y Peter tenían sus peleas tontas, pero se querían con locura. Remus y Mack eran de lo más felices, aunque se han llevado sus disgustos por algunas inseguridades. Y Regulus seguía con Maddie, sin importarle en lo más mínimo sus cambios de humor.

Ahora estaba en clase de Runas Antiguas, una asignatura bastante interesante a mi parecer. El profesor explicaba como traducir algunas Runas cuando alguien llamó a la puerta, el profesor dejó pasar a quién estaba detrás de la puerta.

—Buenas profesor, venía a llevarme a la señorita Abbey, el profesor Dumbledore la necesita —dijo la profesora McGonagall entrando a la clase.

—Pues ahí la tienes —dijo señalándome.

Yo me levanté, recogí mis cosas y fui detrás de la profesora. Durante todo el camino hacia el despacho del profesor estuvimos en silencio, yo pensaba en que me quería decir.

Una vez que llegamos enfrente de la estatua, Minnie dijo la contraseña y las escaleras aparecieron, nosotras nos acercamos y comenzamos a subir las escaleras hasta llegar a la puerta.

—Adelante Minerva —dijo Dumbledore desde adentro antes de que la mencionada llamase a la puerta—. Señorita Abbey, te preguntarás porqué estás aquí, ¿no? —yo asentí, él me señaló la silla para que me sentara y eso hice—. Bueno, pues le quería pedir que se uniera a los mortífagos, sería una gran ayuda, estaría de infiltrada y nos podría dar todo tipo de información, como cuando van a ser los ataques —lo miré incrédula y McGonagall lo miró asustada y después me vio a mí.

—Perdón señor, pero no creo que sea buena idea, además, ¿por qué me lo pides a mí? Solo soy una alumna, tú dijiste que nos protegerías mientras estuviéramos aquí en Hogwarts, y lo que me estás pidiendo es que arriesgue mi vida mientras tú estás sentado detrás de ese escritorio —todo lo decía con respeto, pero estaba enfadada.

Él no me podía pedir que arriesgara mi vida por él, porque es en realidad lo que quería. No tiene la suficiente valentía de enfrentarse él a Voldemort por lo que se queda en su despacho junto a su fénix mientras que el resto están dando sus vidas para poder salvar a aquellos que aman, no era nada justo.

—Señorita Abbey, piense en sus amigos, en su familia, ¿no crees que tu hermano Mike merece una buena vida sin tener que preocuparse por una guerra? —no me podía creer que me intentase manipular con eso.

—Dumbledore, yo creo como la señorita, no puede arriesgarse, es solo una cría, ella también merece vivir su vida —me defendió Minnie, yo la vi con una sonrisa.

—Bueno, ahora la decisión está en su mano señorita, ¿vas a ayudar a salvar a los que quieres? —ambos me miraron esperando mi respuesta.

—No, no me uniré a Voldemort, preferiría morir —una vez que dije eso salí del despacho.

Lo que me estaba pidiendo era demasiado, era arriesgarlo todo o nada, vivir o morir, yo también era joven, yo también merecía ser feliz.

Iba de camino a mi sala común, las clases ya habían terminado así que quería tumbarme en mi cama y pensar si había tomado una buena decisión, sí esa era la correcta.

—¡Naia! —me gritó Sirius por detrás, yo lo vi con una pequeña sonrisa.

Una vez que estuvo a mi lado me abrazó con fuerza dándome una vuelta en el aire, yo reí, después me bajó y me dio un beso.

—¿Por qué McGonagall te buscó antes en clase? ¿Te has metido en líos sin mí? —yo negué.

—Prefiero no hablar del tema —dije agachando la cabeza.

—Sabes que me puedes decir cualquier cosa, ¿verdad? —yo asentí y me volvió a dar un beso—. ¿Te parece si vamos al Lago Negro? Allí están todos —yo asentí con una sonrisa.

No iba a hablar del tema porque no quería preocuparles o peor, que desconfiaran de mí, además ya había dicho que no, así que no le tenía que dar más vueltas al tema.

Una vez que llegamos, como dijo Sirius estaban ahí todos los chicos y chicas, nos sentamos junto a ellos y nos unimos a la conversación.

—¿Y a qué olía tu Amortentia, Mack? —le preguntó Peter.

Oh, las Amortentias, como las recuerdo, hace más o menos un año que nosotros tuvimos esa clase.

—Bueno alumnos, el día de hoy trabajaremos la Amortentia, ¿alguien me podría decir que es? —preguntó el profesor Slughorn y Mérope levantó la mano, éste le cedió la palabra.

—La Amortentia es el Filtro de Amor más poderoso que existe. Provoca un enamoramiento u obsesión poderosos en el bebedor. Tiene un brillo nacarado y el vapor se eleva en espirales característicos. La Amortentia se consideraba una poción increíblemente peligrosa, ya que nunca se debe subestimar el enamoramiento obsesivo —explicó Mérope con una sonrisa, sonreí orgullosa.

—Excelente señorita Black, quince puntos para Ravenclaw. Por supuesto, la Amortentia no crea amor. Es imposible crear o imitar el amor. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Probablemente sea la poción más peligrosa y poderosa de todas las que hay en esta sala —terminó de explicar el profesor.

—Estoy seguro de que lo que olerás seré yo —me dijo Sirius con una sonrisa, yo volteé los ojos divertida.

Como el proceso para hacer la Amortentia era algo largo lo que hicimos fue preparar las nuestras y con la que tenía Slughorn preparada la probaríamos.

—Bien, ¿quién quiere ser el primer o primera valiente? —yo levanté la mano—. Excelente señorita Abbey, ahora acérquese y díganos a que hueles —yo hice lo que él me dijo y comencé a oler.

—Huele a... Palo de escoba... Cereza y... Perro mojado —yo reí al igual que Mérope, Mary, Marlene, Dorcas, Lily y los chicos, menos Sirius que me veía indignado.

—¡Yo no huelo a perro mojado! —se quejó el Black.

—Por supuesto que no —dijo James sarcásticamente.

James olió a Leah obviamente, estaba claro, Remus a Mack, Peter a Mary y viceversa, Mérope a su enamorada, Marlene a mi querida amiga Mérope, Lily a mi mejor amiga, Sirius a mí cosa que me hizo sonrojar y también recibir algunas malas miradas, y Dorcas olió a alguien que no conocía, pero a saber.

—Pues olía a Remus —dijo Mackenzie haciendo que Remus sonriera.

—No hace falta preguntar el de Leah, todos sabemos que olió a James —dije con una sonrisa, ella se sonrojó y James le abrazó—. Que bonitos los novios.

—Pero no tanto como nosotros —dijo Sirius refiriéndose a nosotros dos.

—Eso es una mentira cochina, Peter y yo somos los más bonitos —dijo Mary.

Y así pasamos la tarde, peleando en broma sobre que pareja era más bonita, era demasiado gracioso verlos pelear de esa forma, se veían felices y eso es lo que importaba.

Hope Ur Okay¹ ||Sirius Black|| [Saga Secrets]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora