05.

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—Si, Ecuador y Venezuela me platicaron de un pueblito más grande por aquí cerca, ¿Vamos juntos? Realmente quiero ir a comprar y no me causa seguridad ir solita —pidió la omega con un puchero en los labios.

Era fin de semana, tenía libre y a su madre jamás le importo donde fuera, así que no había inconveniente.

—Claro, me encantaría —respondió más que contento.

La omega ensanchó su sonrisa y abrazó al beta con alegría.

—Gracias, gracias, gracias —repitió rápidamente.

Al beta le hizo gracia y ternura la escena, la sensación de ser apreciado por alguien hacia cosquillas en su estomago.

—Te vendré a recoger mañana, ¿Si? Después acordamos la hora, pensé en pasar de inmediato a preguntate, tengo que ir con mamá a hacer las compras, así que nos ponemos de acuerdo por mensaje, ¿Si? —la omega quien seguía contenta expresó emocionada.

El beta afirmó, unos minutos después se despidieron y el entró nuevamente a la casa.

Suspiro con pena.

Vaya, su presencia hacia una gran diferencia.

Corrió a abrir la puerta apenas escuchó el timbre, no pensó en que aquella dulce omega aparecería al frente de él jadeando.

Una sonrisa tonta apareció al recordarla.

Camino inconscientemente al centro del salón.

Las ventanas cerradas, todo lugar por el que era posible acceder adentro estaba sellado con llave, más sin embargo, se sentía fría, estar dentro de esa casa era el equivalente a estar en el polo norte. Donde fuera que miraba ese horrible color azul aparecía, a su juicio aquellos lisos muros fueron teñidos con lagrumas.

Era tan melancólico.

Una emoción desagradable lo tomó del pecho, fue derritiéndose lentamente. Era el efecto que esa jaula a la que llamaba casa provocaba en el, una jaula sin gracia, triste como nada en esta mundo, una bella construcción coloreada de amargo pesar.

Negó, no pretendía llenar su conciencia de malos sentimientos, así que rápidamente subió a su habitación.

Su lugar de confort, su relajo.

Se tiró a la cama, miraba el techo coral con algunos dibujos.

Sonrió inconscientemente, a veces olvidaba lo infantil que podía ser su habitación.

(...)

—Si, me dijo que ya no estábamos vetados, lo que pensé que podríamos ir algún día con los chicos y eso —dijo con emoción el alfa.

Casi como si se tratara de un pequeño cachorro recibiendo un regalo, podía comparar esa emoción con la actual que predicaba en la voz de Argentina.

—Uhm... claro, digo, ¿Por qué no? —respondió inseguro.

Sinceramente no quería volver a pasar por el drama e incomodidad que sufrió aquella vez en el mismo lugar.

—Bien, en la semana deberíamos poder ponernos de acuerdo —el alfa aún en la llamada escribió en el grupito que tenía con los demás alfas sobre la respuesta de Perú.

—Me parece bien, Arge, ¿Estas ocupado? —preguntó de la nada.

—No realmente, ¿Por? —.

—O-oh, bueno, quería saber si podrías venir a mi casa y- —un tremendo "Sí" en el teléfono le interrumpió.

El beta tiene suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora