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Tras aquella noche de pijamada el beta descubrió que sus dos amigos podían soportarse aunque sea un poco. No era tonto, se había dado cuenta de la hostilidad entre ambos.

Seguramente Argentina se sentía desplazado, se culpó ya que por la aparición de la omega ya no pasaban tanto tiempo juntos. Aunque tampoco podía hacer algo al respecto, Arge tampoco tenía tanto tiempo, las practicas con el equipo de vóley tomaban gran parte de su día.

Por otro lado, entendía que la omega no quisiera estar cerca de alfa. Seguramente la desconfianza venía desde aquel golpe que recibió de la nada.

No fue una gran primera impresión.

(...)

—¡Hey, Hola! —Saludó Ecuador.

Perú correspondió el saludó con la mano. La omega se acercó junto a su hermana y sin perder el tiempo comenzaron a hablar.

—¿Chile está en el baño? —preguntó Venezuela.

—Ah, no. Ella se ausentó por su celo, me dijo que quizás no estaría en unos... tres días.

Ambas omegas entendieron.

El ciclo de celo de un omega podía ser de dos días a una semana al mes. Muy diferente al de los alfas, los de estos eran de una vez cada dos meses.

—¿Iras a verla? —preguntó la rubia menor sin cuidado.

—Oh, si, lo pensé. S-solo que bueno, no se nada del cuidado de una omega en celo y-

—Llevale chocolates y ya la tienes ganada —respondió Venezuela. Habia doble intención en sus palabras, pero el beta no logró percibir ese toque.

—¿Si?

—Si —afirmaron ambas con miradas traviesas.

(...)

—Ah, bueno... —respondió sin saber que decir.

El alfa bicolor asintió ante lo que el beta le contaba. Después de todo se le hizo raro que el estuviese solo con las rubias. Al preguntarle recibió la noticia de que la omega pelinegra no estaría por tres días aproximadamente.

Tres días que aprovecharía al máximo con Perú.

Las buenas noticias alegraron totalmente su día.

(...)

El almuerzo y los recesos fueron fascinantes. Argentina cambió sus prácticas para el final de la jornada con tal de estar con el beta. También tomo la decisión de faltar a algunas prácticas, total solo serían tres días.

Lamentablemente no se pudo deshacer de las omegas rubias, pero ahí tenía al hermano mayor de ellas para que no mosquearan tanto.

Recibió un par de interrupciones, omegas y betas tratando de confesarse a él, rechazados en el acto.

Otros alfas invitandolo a jugar con ellos y otras cosas que solo le harían perder su preciado tiempo con el beta. No tuvo piedad en negar cualquier acto de presencia o atención hacia otros.

Ahora en la biblioteca, ambos sentados al fondo de esta sin miradas metiches, ni omegas rubias por ahí queriendo arruinar su futura relación con el beta.

—¿Está bien que tomemos una siesta?

—Si, si, tu hazme caso.

(...)

—No se cuál elegir... ¡Recomiendame uno, Arge! —el beta miraba los sándwiches con ojos brillantes. La sonrisa del castaño sobresalía entre los demás clientes a ojos del alfa.

El beta tiene suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora