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—A Father's Love.
Gol D Roger es un hombre particular, para muchos misterioso, con una fuerte determinación o bien un completo idiota, pero si hay algo en lo que las personas concordaban, era que este, profesaba un amor puro y fuerte a su familia, y no dudaría en poner el mundo de cabeza por su mujer e hijos. Él haría todo por ellos, por verlos felices, les otorgaría un hombro para descansar, les extendería un mano para levantarse de nuevo, estaría ahi siempre, viéndoles subir aquellos escalones de la vida.
Por eso mismo, se sintió como la peor persona del mundo cuando su hijo menor, se hundió en silencio, no lo noto, no vio aquellas señales y se odia en sobremanera por ello, porque el deber de un padre es estar ahí para sus hijos, abrazarles en el momento que más rotos se sientan, escucharlos, coser cada herida, sabe que hay padres que no hacen aquello, pero él es diferente, quiere creer que es así.
«—Tú competencia es mañana, ¿nervioso? —cuestiona en un murmullo el pelirrojo, pareciera ser precavido, como si de algún modo supiera que su progenitor está al otro lado de la pared escuchando.
—Un poco... no mucho.
—Lo harás bien, estoy seguro de ello —Un silencio se hace presente, una ansiedad lo llena por no escuchar nada—, ¿qué es lo que está mal Ace? ¿Qué ha ocurrido?
Y un llanto ahogado se hace presente.»
Quiere creer que a pesar de todo, Ace confía en él, lo sigue considerando su héroe, aun pesar de todo lo que han pasado, porque es consciente de cuanto su hijo se ha esforzado para estar a la altura de sus hermanos mayores. Fue consciente de ello, ante su mirada vacía al recibir una medalla de plata en su primera competencia, tras escuchar aquella conversación, actuó.
[. . .]
Habían vuelto a casa tras haber cenado fuera ante la victoria del menor de la familia, una medalla de plata era motivo de celebración, pero parecía que el pecoso no pensaba igual.
Sus dos hijos ríen tontamente y el pelirrojo baila junto a su madre, aun a pesar de las quejas del azabache de cabellera larga, Roger ve atentamente como su hijo sube los escalones con una mirada baja, sabe que es momento de actuar, no tarda en seguirle y antes de que la puerta de la recamara se cierre, pone su pie y habla.
—Ace, debemos hablar.
El azabache menor parece tensarse, parecía querer escapar, deseando no tener esta conversación, quiere retrasarla por años, pero aun así le permite a su padre ingresar y ambos toman asiento en la cama, todo permanece en silencio por segundos.
