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—Fools in love.
Deuce siempre ha sido un joven centrado en estudios, si poseía algún tiempo era dedicado a estudiar, siempre estudiar, todo para poder ser un buen doctor como todos en la familia, pero, él ni de cerca quería tal cosa, tan solo tenía trece años, debería salir a jugar en la calle futbol con amigos, ir a casa de alguno de ellos a jugar videojuegos, más no, está encerrado en su habitación escuchando canciones viejitas cursis.
La bocina reproducía canciones de manera aleatoria, justo cuando comenzó una canción de Frankie Valli y mientras que dejaba caer su cabeza en su escritorio, escucho con claridad fuertes carcajadas, bajo un poco el volumen al mismo tiempo que se enderezaba y ponía en pie, movió la cortina de su recamara y observando el jardín del vecino le vio.
A él.
Piel pecosa y cabellera azabache ligeramente larga y salvaje, sonreía en grande, brillaba y opacaba el sol que había aquel día, nunca ha sido un creyente de los clichés, pero, siente que ha caído de algún modo.
Pega un brinco cuando unos ojos grisáceos dan con los suyos, el chico le ha atrapado, con rapidez se cubre con la cortina y reza a cualquier Dios existente que no le haya visto realmente, cuando las risas continúan, cree que es asi, hasta que escucha con claridad un: '¡Oye, el balón se ha volado a tu jardín!'. Tirandose dramáticamente en suelo suelta un suspiro bajo, no sabe qué hacer, ni siquiera ha convivido con su nuevo vecino, admite que le genera cierto miedo, su mirada es simplemente fría, pero por otra parte, esta pueda ser una oportunidad para hacer amigos; decidido se pone en pie y pone pausa a la canción, rápido toma unos tenis que tenía tirados cerca de la cama y se los trata de poner mientras que abandona la recamara y baja las escaleras.
Se detiene arrepentido cuando esta por pasar el comedor y por ende podrá dar con la puerta que da al jardín, ha caído en cuenta que lo único que hará es pasarles el balón, solo eso, nada más. Desanimado por ello, sale despacio y se dirige al balón de futbol, se acerca a la cerca de madera, en la que yace el chico pecoso que vio con anterioridad, a su lado está un chico rubio que le mira fijamente.
—Toma —atina a decir extendiendo el balón.
El niño bonito lo toma con cuidado y le da una mirada, luego posa sus ojos en él, algo que lo pone nervioso, no dice nada, asi que su opción es dar media vuelta y encerrarse en su recamará mientras que escucha a Adele, pero ese plan será desechado.
—¿Te nos quieres unir? —cuestiona el niño bonito, tranquilo con una pequeña sonrisa en su rostro.
