24. Devuélveme mi vida

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Estamos justo delante de su casa, observándola

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Estamos justo delante de su casa, observándola.

—Es muy guapa, pero parece infeliz, ¿verdad? —comenta Carol mientras contempla a Cruz. Mis ojos repasan esa figura que está sobre los escalones de la entrada, fumando, con la mirada perdida en la lejanía. Lleva un vestido que queda oculto tras el abrigo verde que la cubre. Sus largas piernas están enfundadas en unas medias negras que hacen resaltar las deportivas blancas. El cabello recogido en una alta cola, y su rostro no tiene ni rastro de maquillaje; qué distinta es esta mujer de la que yo conocí. Pienso en lo que ha dicho Carol y le doy la razón interiormente: parece desolada, triste y superada.

Tras ellas se oyen gritos de niños y la voz de un hombre llamándola, pero Débora los ignora. Está observando el cielo, coloreado de estrellas.

—Venga, vamos. Es el momento que esperábamos —digo. Y es cierto. Llevamos dos días casi acampadas en el coche, mirando hacia su casa, aguardando pacientemente. Hoy es el día de mayor intensidad de la lluvia de estrellas, la única posibilidad de que el hechizo surta efecto. Estoy tan nerviosa, que se lo he contagiado a Carol, tal y como ella me ha confesado. Creo que hasta este momento no había considerado mi historia, pero al ver mi reacción, al sentir que estoy atacada, empieza a creer en este anillo un poco más.

—Espera, Belén. —Me coge del brazo justo cuando abro la puerta de su coche—. Solo quería... No sé qué pasará, pero... Te quiero, ¿vale? Tienes que prometerme que, suceda lo que suceda a partir de esta noche, pondrás de tu parte, mejorarás. Y si no funciona...

—Pedirá el deseo, lo sé. —Y de verdad lo creo. Así como mi vida está donde la dejé, Débora también ha de regresar. Seguramente no sea plenamente feliz porque su camino era otro y tiene que volver a él.

—Pero si no lo hace, tienes que prometerme que saldrás del pozo en el que te has metido, que te esforzarás por abandonar esa pena que te está consumiendo. Belén, nos está destrozando verte así.

—Está bien, Carol. Si me quedo aquí, te juro que procuraré superarlo. Me costará, pero lo intentaré.

—Vale, me sirve. Estaremos a tu lado, cariño. —Le sonrío y la abrazo con fuerza. Ella se aferra a mí y llora. Sus lágrimas contagian a las mías.

—Te echaré de menos —susurro con voz entrecortada.

—Bueno, si lo que cuentas es verdad, nos veremos en el otro universo, ¿no? ¿O es que allí no somos amigas?

—Sí, sí lo somos. Y de las buenas.

—Bien, entonces, ¡a por ella!, ¡a encasquetarle el anillo!

Lanzo una carcajada y la sigo al exterior. Vamos directas hacia Débora, que al vernos sale de su ensoñación y ahoga una exclamación. Se pone en pie, algo asustada.

—¿Débora Cruz? Perdón, ¿María Jesús Sánchez Cruz? —pregunto por cortesía, pues sé muy bien que es ella.

—¿Quiénes sois?

¿Y si fuese tú? © - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora