14. El adiós

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—¿Bela? ¿Estás ahí? —contengo la ácida réplica que intenta salir y me muerdo la lengua para no mandarlo a la mierda

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—¿Bela? ¿Estás ahí? —contengo la ácida réplica que intenta salir y me muerdo la lengua para no mandarlo a la mierda. Otra vez. Con lo guapo que me parecía en las portadas y los suspiros que me sacó en la otra vida y ahora, se me antoja insoportable, con qué gusto le daría una patada en el culo y lo echaría de mi casa para siempre.

Pero, oye, como dice Rosa:

—Las cosas se tienen que hacer bien, Bela. No puedes deshacerte de Álex sin más.

¡Por el amor de una madre! Ahora resulta que no puedo cortar con él y mandarlo a freír lo que le dé la gana. Primero tenemos que dejarnos ver un poco más e ir mostrando fisuras en nuestra relación para que mi imagen no se deteriore y evitar que la prensa me acuse —o lo hagan mis seguidores— de ser la causante de la ruptura. Parece una gilipollez y francamente a mí me la pela lo que opinen los demás, pero a Rosa casi le da una apoplejía cuando a primera hora la he llamado para decirle que no acudiré a la gala de esta noche acompañada de este y que, además, pretendía dejar al galán de cine en cuanto apareciese por la puerta. Diez minutos después la tenía aquí, histérica. Me ha tocado abanicarla porque ha estado a punto de sufrir un desmayo. Ella, que ya intuyo que tiene respuestas para todo, ha sido categórica:

—Un mazazo así a tu reputación sería catastrófico para tu carrera. ¡Podrías convertirte en una paria como Katherine Heigl! Ya te veo en anuncios para fajas reductoras o posando para algún producto de La tienda en Casa o, peor, siendo la imagen de tiendas de segunda. ¿Es lo que quieres? Maldita sea, Bela. ¿Es que no has aprendido nada de Brad y Jennifer? Esas cosas hay que cuidarlas. Si te quieres ir con otro... Ojo, que no lo juzgo. No, no te atrevas a negarlo que he hecho que Carol confiese y, hablando del tema, déjame decirte, que tienes muy poco gusto. ¿Un fotógrafo desconocido? ¡Eres la gran Bela Ordóñez! Te he elevado a la más alta categoría, ¿y tú te relacionas con un don Nadie?

—Rosa, por ahí sí que no. Soy y seré libre de escoger a quien quiera y nadie va a imponerme una relación, te lo advierto.

—Pues, querida, eso es nuevo. Bien solícita estuviste con Laguerta cuando te lo propuse.

—¿Cómo?

—Bah. No me vengas con esas. Sabes de sobra que nos convenía. La publicidad que dio vuestro romance llenó las portadas durante meses y te convirtió en trendic topic durante días. Fue la noticia del momento y estuviste tan de acuerdo como yo.

—¿Insinúas que me acerqué a él por la fama?

—¿Insinuar? Pero bueno, ¿qué te pasa? ¡Lo planeamos juntas! El encuentro, el coqueteo... Lo que no intuíamos es que ese era más listo de lo que parecía por su planta. Nos caló a la primera y fue el más interesado en el acuerdo.

—¿Acuerdo? ¡¡Hablas de mi vida!! Y debería ser privada, no algo tan... ¡banal!

—Cariño, no hay nada de privado en ti. Querías llegar más alto que nadie y sabías el precio. Ahora no puedes arrepentirte, Bela.

¿Y si fuese tú? © - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora